Nazaret tiene apenas 15 años y las ideas sobre su futuro muy claras. “Soy mujer, gitana y me encanta estudiar”, defiende, “quiero tener una carrera y ser matrona de mayor, siempre he tenido claro que quiero ayudar a los demás”. Vive en Palma-Palmilla y es una de las cuarenta mujeres que forman parte de la Asociación Mujeres Gitanas Puertas Abiertas que batalla desde hace apenas un año por derribar estereotipos y luchar contra el abstentismo escolar o el desempleo en el barrio. Alejadas de clichés, defienden la cultura gitana como las que más, pero ya no sueñan con casarse pronto, un marido y una casa donde pasar sus días “como antes hacían nuestras madres”.
El feminismo gitano se reivindica en la Palmilla y lo hace bajo el impulso de Amparo Dual, la presidenta del colectivo. Con un pequeño espacio en el Centro Ciudadano Valle Inclán, sueñan con contar con un local propio donde reunirse e impartir talleres de costura, peluquería o informática.
“La mujer gitana tiene que tener su espacio, no solo es barrer o limpiar, aquí hay jovenes y mujeres que estudian, se forman y son emprendedoras, quieren luchar por su futuro”, apunta.
Entre sus primeros retos, que ningún niño se quede en casa a la hora del colegio. Muchas se han formado como mediadores sociales y organizan batidas por la mañana para recordarles su obligación a los más despistados y no dudan en sentarse con las jóvenes que quieren abandonar las clases porque ya tienen novio.“Muchos te rechazan cuando vas a una entrevista de trabajo y se enteran de que eres gitana y, además, vives en este barrio”, lamenta Sandra, desempleada con cuatro niños, a quienes les insiste en “estudiar, lograr cosas mejores que nosotras”.
La visión de los medios
La imagen negativa del gitano delincuente o que solo quiere ayudas sigue pesando en muchas conciencias. Flaco favor tampoco hacen los programas que retratan días repletos de fiestas en sus vidas. Rosa se dedica a la venta ambulante y pide el mismo respeto para los gitanos que tienen los payos. “Nosotros no tenemos lo que sale en la tele, nos ha hecho mucho daño”, indica.
Isabel, con 46 años, madre de Nazaret, imparte clases de cocina en la calle Victoria. “Soy gitana a no poder más, mi madre quería que estudiara y lo hice, y lo mismo estoy haciendo con mi hija”, defiende. Tras un rato con ellas, todas coinciden en que la formación es la llave para ser unas gitanas independientes que dejen atrás décadas de prejuicios, y no dudarán en pelearlo con uñas y dientes.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es