Desconozco, desde el punto de vista del interés histórico y la interpretación revisionista que ha hecho del flamenco y de la copla en sus dos últimos discos, la grandeza y relevancia, en términos absolutos, de su obra de cara a la crítica especializada, pero no cabe duda de que estamos ante un tipo exquisito, tanto en el plano interpretativo como en el de la concepción de cada trabajo que afronta. No creo que sean perfectos, pero sí que algunas de sus propuestas rozan la perfección. Hoy he leído que Poveda le tiene todavía demasiado apego a la enea, y que le cuesta meterse en la interpretación de esas letras dolorosas, airadas y autoinculpatorias; de hecho, en el programa de Quintero interpretó A ciegas desde una tonalidad flamenca que enriquecía su acercamiento orquestal a la misma composición. Pero, insisto, lo importante no reside ya en si su versión o lectura de composiciones clásicas recibe el respaldo de la crítica, sino en su valentía a la hora de afrontar nuevos repertorios y la perspectiva desde las que pretende enriquecerlos o actualizarlos mediante la personal e impagable riqueza de su voz.
Joan Albert Amargós ha amoldado las partituras a esencias próximas al jazz y al tango -también hay indicios caribeños-, y junto a su piano y la guitarra de Chicuelo, ha incorporado la brillantez de otros intérpretes, como la violinista Olvido Lanza -habitual en los discos y giras de, por ejemplo, Manolo García-. En su conjunto, una obra muy interesante y que, independientemente de cierto oportunismo comercial, ponen de manifiesto la necesidad de seguir con atención, admiración y devoción la evolución artística y profesional de un cantaor sensacional.
(En el vídeo que acompañamos rescatamos un momento de su espectáculo Sin Frontera, con el que rendía homenaje a Jerez y sus cantes. El tema que suena, Esos cuatro capotes, es el que abre el repertorio del disco Cante i Orquestra, obviamente, con un respaldo musical y ambiental muy diferente).
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