El centenario del nacimiento de Camilo José Cela, que este año se cumple, me ha dado la oportunidad de revisar y releer algunos de sus trabajos más destacados.
Al hilo de ellos, encontré una frase que dejé grabada en mi memoria: “El toreo es un arte misterioso, mitad vicio y mitad ballet. Es un mundo abigarrado, caricaturesco y entrañable el que vivimos los que, un día, soñamos con ser toreros”.
La traigo ahora aquí, tras la amena lectura de “Celeste y Oro. Cancionero gaditano del toreo a pie, 1712 - 2012”, de Antonio Murciano (Publicaciones del Sur Editores, 2016).
Y lo hago porque, detrás de este puñado de versos emocionantes y emocionados, creo que hay un hombre con una profunda alma torera, que ha puesto en su poesía de temática taurina, el mismo empeño y la misma devoción que habría derramado en cualquier plaza.
Como pórtico, Guillermo Boto firma un ilustrativo prólogo en el que afirma: “Hoy sabemos que Cádiz creó el toreo a pie y lo convirtió en Fiesta Nacional”. Y añade: “El toreo gaditano ha encontrado su bardo, su juglar, el sensible poeta que lo ha llevado al Parnaso con sus tres siglos y medio de gloriosa historia a cuestas”.
Porque el vate arcense ha vertebrado un sonoro conjunto lírico, al que ha vestido de luces y al que ha adornado con un decir grácil, fluido y pleno de sincera devoción.
Las dos primeras partes del libro, “Brindis al cielo” y “Un puñado de elogios taurinos para maestros gaditanos felizmente vivos”, recogen una amplísima variedad de protagonistas y de escenarios, donde Antonio Murciano pone su verso al servicio del pasado y del presente del mundo del toro.
Y así, el lector se tropezarápor igual en estas primeras páginas con Fernando Romero “Laguirtijilla”, Rafael Ortega, Paquirri o una pareja de hermanos del Puerto de Santa María: “Manuel y Miguel del Pino,/ portuenses de la alegría,/ toreros de algarabía/ con sabor a vino fino”.
En la citada segunda sección, serán muy variados los actores principales que surjan de este ruedo poético: Galloso, Julio Vega “el Marismeño”, Paco Ojeda, Emilio Oliva, Jesulín de Ubrique, Manuel Barea “El Arqueño”…: “Que esa Puerta de la Sierra/ sea tu puerta de esperanza./ ¿Lo que se sueña se alcanza?/ ¡Sueña y lucha, apuesta fuerte!/ ¡Quién pudiera un día verte/ a hombros y en la Maestranza”.
Bajo el epígrafe, “Grandes tardes de grandes toreros no gaditanos en plazas de la provincia. Recuerdos”, se conforma un “Apéndice”, donde maestros de ayer y de hoy -Juan Belmonte, Antonio Bienvenida, Domingo Ortega, Enrique Ponce, José Tomás…-, tienen su merecido sitio y su elegante homenaje en la pluma jugosa y solidaria de Antonio Murciano.
Junto a las espléndidas ilustraciones de Pedro Escacena-uno de los más destacados cartelistas y pintores actuales de la Fiesta Nacional-, sirve como coda, un bello epílogo de Juan José Téllez, quien anota. “La poesía taurina de Antonio Murciano constituye decididamente un juego, una apasionante forma de citar a la muerte desde la alegría”.
Y quien esto escribe, extiende este encuentro con la poesía y el toreo a todo aquel que, de veras, quiera gozar con ambos géneros.
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