Notas de un lector

Nostalgia de futuro

Nacido en Oruro, Bolivia en 1943, Eduardo Mitre suma con “La última adolescencia” (Pre-Textos) su undécimo poemario.

Nacido en Oruro, Bolivia en 1943, Eduardo Mitre suma con “La última adolescencia” (Pre-Textos) su undécimo poemario.
Actual profesor en la Saint Johns University, de Queens, en Nueva York, su labor poética se inició en 1975 con la publicación de “Moradas”; desde entonces, su obra ha ido creciendo de manera rigurosa e incesante.

   En esta ocasión, el vate boliviano ha vertebrado un libro sobrio, donde la palabra se hace delicado canto y en el que la edad se torna hilo conductor de unas paginas esculpidas bajo el manto de una temática de intenso clasicismo.
En su pórtico, con el mismo titulo que abrocha el conjunto, escribe: “Sin darse uno cuenta,/ sin poder creer, insólita como la adolescencia:/ la entrada en la vejez (…) Y uno va por las calles/ mirando, de soslayo, a las mujeres/ que pasan radiantes,/ avivando/ ya más que el deseo/ una incurable/ nostalgia de futuro”. Y desde esa vertiente en que la edad es corazón y desengaño, niebla y consuelo, herida y sabiduría, Eduardo Mitre traza con pluma serena un viaje íntimo, que es, a su vez huida y residencia en la tierra: “Y, como un endecasílabo clásico, llega el año, el mes, el día/ el instante en que uno se pregunta/ si tal o cual persona conocida (…) está muerta o vive todavía…/ Y,  de pronto,/ uno se da cuenta,/ y tiembla”.

     Una década atrás, veía a luz en este mismo sello, “El paraguas de Manhattan”. Por entonces, ya anoté que su decir estaba aderezado con tintes de templado cromatismo y que sus versos descalzos tenían la honestidad de quien cree en el poder mirífico de la poesía. Aquí y ahora, Mitre vuelve a dar muestras de un verbo que acaricia el derredor de su alma. Llevado por una emotiva narratividad, su mensaje se derrama de amor y de ausencia, de adiós y de esperanza, por entre las desnudas esquinas de unos textos que no esquivan la verdad del ser humano, de su efímera y elegíaca condición: “Volví, madre, a la casa, ahora/ empotrada en tu ausencia definitiva,/ y no es sino una canasta tremenda y vacía./ Y tus ropas en el ropero/ colgando noche y día,/ desanimadas sin tu cuerpo/ a la espera incierta de tu resurrección”.

    Una cita de Juan Carlos Onetti, (“Nunca volveré  a ver a mi lejana”), le sirve a Mitre para nombrar a la amada ausente a la que dedica buena parte de sus poemas. Esa citada “nostalgia de futuro”, se torna también nostalgia presente y pasada: “Qué cosa extraña, Lejana:/ nunca te recuerdo desnuda,/ siempre llevas algo puesto (…) Tu desnudez permanece/ como una flor en la sombra”.

     Al cabo, un volumen por donde asoman estampas plenas de vida, de lirismo, de compañera soledad, de abiertas remembranzas, y que va poblando sus páginas de asombros y alianzas, de dichas y tristuras, de juventud y vejez, de preguntas y sombras: “Cuál será la última palabra/ que entre o salga de mis sentidos/ antes de que se me apaguen/ como las luces de una casa:/ el oído, la voz/ la mirada”.

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