En el año 2010, Jorge Urrutia daba a la luz “De una edad tal vez nunca vivida”, un volumen memorialístico, donde hacía balance emotivo y emocionado de una infancia ya cosida a una etapa imborrable de su vida. En aquel álbum del ayer confesaba que con el paso de los años, “comprendí que la importancia radica en la escritura, en la posibilidad de hacer mía, siquiera por una vez, la palabra”. Y sin duda que, desde aquella revelación, su esencia vital y literaria han estado -y están- al servicio de las letras.
Catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid, su obra ensayística es abundante y variada, pues ha tratado desde planteamientos semióticos aspectos como la literatura, el cine o la lingüística.Ahora, con “Juguetes de un Dios frío.” (Devenir. Madrid, 2015), Urrutia se adentra en el estudio de textos no canónicos, pergeñados por escritores que no abordaron la literatura “como objeto de distinción”.
En su prefacio, el propio escritor anota que este volumen “reflexiona sobre la literatura como práctica y sobre las condiciones ideológicas y sociales de esa práctica”; y, además, se pregunta: “¿La literatura no puede ser sino lo que entendemos como tal, despreciando otros modos de lo escrito? En una situación límite ¿hasta qué punto un escritor se somete a las normas retóricas?”.
La amplitud y susceptibilidad de los aspectos tratados no son sino un intento personal y valiente de “resituar la literatura a través de sus propias producciones y de las formas de escritura, y no en virtud de los contenidos y los argumentos”.
El volumen se divide en siete apartados: “La veracidad de los verosímil o tricotar la historia”, “Y el vulgo se hizo revolucionario”, “La problemática de la relación de las élites y las masas”, “La escritura como problema”, “Escribir la guerra. El trazo y la tachadura”, “El exilio como literatura y la literatura como lucidez”, “Hacia una teoría práctica de la literatura” y “La noche no está hecha para divertirse”.
En cada una de sus partes, la agilidad de la prosa y las precisas referencias de las que se vale el autor, ayudan a que este compendio de apuntes y cavilaciones resulte ameno y sugerente.
El lector irá encontrando al par de estas páginas aspectos tales como la relación trascendente que mantienen la historiografía y la literatura, la importancia que la Revolución Francesa tuvo y sostuvo en la ideología y estética de los siglos posteriores, los estragos humanos y sociales derivados de la Primera Guerra Mundial y el nuevo ideario que generaron algunos intelectuales y escritores, la heridas y consecuencias de la Guerra Civil Española y del exilio, los nefastos efectos que está teniendo la institucionalización académica de la literatura…
En su lúcido epílogo, Jorge Urrutia rompe una lanza en favor de las humanidades y se detiene en la necesidad de hacer entender a los docentes y estudiantes cómo las obras literarias son “compañeras insustituibles para la vida”. Y lo dice y anota, quien lleva más de cuatro décadas dedicado a la enseñanza y sigue creyendo con la misma fe del primer día en que la literatura “nos desvela a nosotros mismos nuestra personalidad”.
Un ensayo, al cabo, para reflexionar y aprender a disfrutar de lo mejor que esconde el bello universo de la palabra escrita.
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