Carolina Coma González y Juan Antonio de los Reyes Pavón. Los dos son buscadores de piedras, más en el caso de Carolina, porque Juan Antonio trabaja otros materiales, como la madera. De hecho, es carpintero profesional, ebanista. Pero sobre todo, escultor.
Si buscan en Internet Koko de los Reyes lo verán en su ambiente, con la sierra mecánica, con la gubia, en plena naturaleza. Si buscan a Kuka, Carolina, la encontrarán buscando piedras sobre las que talla sus esculturas. O sea, aparentemente, dos escultores que trabajan la madera y la piedra, o las dos cosas a la vez. Nada del otro mundo, en el sentido de que no han descubierto una nueva galaxia.
Pero no es tan simple. Mucho menos, simple de explicar. Tanto uno como otro trabajan con la piedra, con la madera, pero por regla general consiguen un trabajo en el que la piedra sigue siendo piedra, simple y llanamente, y a la vez escultura. No una escultura de piedra. Es un escultura en una piedra. ¿Ven cómo no es tan fácil?
Kuka ha tenido expuestas en el Centro de Congresos Cortes de la Real Isla de León una veintena de obras, poco más o menos, entre las que se pueden encontrar piezas escultóricas propiamente dichas, con poca piedra que siga siendo sólo piedra. Y otras muchas en las que se ve, a cierta distancia, una piedra y cuando se llega a ella se encuentra una escultura sobre ella, formando parte de ella, conviviendo con ella.
Dice Kuka que la piedra habla y pide lo que quiere que hagas con ella. Pero lo que quiere que hagas con ella depende de cómo tú la veas, lo que le veas, lo que le adivines, lo que te sugiera. Y de ahí sale una cosa nueva, un concepto nuevo. Sabe que hoy en día todo está inventado, así que lo mismo hay mucha gente mirando las piedras y dándoles vida. Pero ella es ella.
Y Koko, acostumbrado al mar, que para eso es de La Isla, como Kuka, dice que a veces él ve lo que hay en la piedra y que la gente no ve. Y le dice a la gente que eso es la cabeza de un dinosaurio y no la ven. Hasta que Koko le talla unos dientes –sin libro de ciencias naturales que explique cómo eran los dientes de un dinosaurio- y con unos dientes todos ven al dinosaurio.
Dice Koko que la costa está llena de esculturas. Que las piedras del mar son peces, doradas, lubinas, robalos… A veces la gente no los ve como los ve él, pero basta hacerles unos trazos para que la gente diga:
-¡¡¡Quilloooooo!!! ¡¡¡Es verdad!!! ¡¡¡Eres un artista!!!
Juan Antonio de los Reyes Pavón esculpía desde antes de echar los dientes porque veía lo que no veían otros. Y dibujaba desde pequeño. Y dibuja con facilidad. Luego se fue a aprender con un imaginero, que primero le dio nones y luego lo admitió. Y luego estuvo en el extranjero, en varios países, aprendiendo de todos y enseñando a todos. Ha desarrollado su carrera artística desde muy temprana edad a través de numerosos cursos y prestigiosos artistas de Cádiz, Granada, Sevilla, Portugal, Francia, Polonia, Holanda, y Alemania.
Dicce su biografía que Koko está "impregnado de una personalidad positiva e intensa cuya inspiración proviene principalmente de la naturaleza. Su vitalidad, amor a la vida y creatividad lo conducen a la interminable búsqueda de nuevos caminos de expresión. Los materiales que utiliza para sus obras son principalmente, piedra, madera, metales (incluyendo los preciosos), barro, cuernos, arena y muchos otros. Koko es un entusiasta de la naturaleza con un gran espíritu que se armoniza con ella, aspecto el cual se funde con el final de cada una de sus obras".
Tuvo un maestro alemán que le enseñaba a hacer las cosas por orden, una detrás de otra. Cuadriculado. Y Koko le enseñó al alemán a hacerla a su forma, más rápida, más fácil… con el mismo resultado. Porque Koko es libertad en estado puro, sencillez en estado puro, campechano, de los que se ven venir desde lejos. No por su envergadura, que también. Ya ustedes entienden.
Carolina estudió Publicidad y Relaciones Públicas y ahí tiene su licenciatura. Es más diseñadora que publicista, más artista que mensajera de mensajes de consumo, aunque trabaje en diseños que no son los de las piedras. Por que “ojalá pudieran vivir del arte”, pero hay que diversificar. Sobre todo en la época de los pluriempleos por tanto empleo basura.
Kuka es como Koko y Koko como Kuka. Les encanta ser tan iguales y disfrutan siendo tan iguales. Ir a la playa, encontrar una piedra, cargarla sobre el hombre y comenzar a tallarla. Unas veces se parten, porque son piedras del mar, unas más consistentes, otras menos. O a veces se rompen porque estaban deseando y otras porque se han equivocado en el golpe. Y entonces se dice lo que se dice en esta tierra.
-No paha naaa…
Lo que estaba en la cabeza cuando la piedra estaba entera se convierte en lo que sale de la cabeza con lo que ha quedado de piedra. Unas veces para mejor, aunque eso nunca se sabrá.
Otras veces Koko trabaja sobre grandes piedras, de las que no se pueden trasladar al hombro, de las que vienen en camiones. Eso ya son palabras mayores. Pero mayores de tamaño. Una escultura es igual de buena sin importar el tamaño. Si la escultura es buena, claro.
Koko enseñó a Kuka y Kuka demostró que sólo necesitaba a alguien que la empujara a hacerlo porque, entre otras cosas, estaba deseando hacerlo. Y lo hizo. En menos de un año consigue sorprender a quien ve su obra. Por la sencillez, por cómo la escultura forma parte de la piedra y la piedra forma parte de la escultura. Un equilibrio casi perfecto. Porque nada es perfecto. Si no…
Estuvo un tiempo por Sudamérica, de ahí que entre sus obras sea fácil ver la silueta de indios. Aprendió otras técnicas, otra forma de ver las cosas. Se enriqueció. No de dinero. Ya hemos dicho que quisiera poder vivir sólo de la escultura. Esa riqueza la muestra en su obra y la ha mezclado con sus cualidades innatas, con las que nació, con las que ya hacía arte desde pequeñita. Como Koko.
Dicho así parecen dos personajes de una serie de televisión para niños. Koko y Kuka. Pero verlos, hablar con ellos, admirar su obra, la de cada uno, da una imagen muy distinta de los dos. La de dos personas enamoradas de lo que hacen, que ven más allá de donde ven los demás, que están un poco locos o un poco cuerdos, pero viven con lo que tienen, de lo que tienen y sobre todo, con lo que hacen. Quizá porque necesitan más seguir haciendo lo que hacen que el resto de cosas que entretienen el alma libre de esta pareja.
En los Caños de Meca, a la vista del Faro de Trafalgar, hay dos isleños que buscan piedras y les dan vida. Que pueden decorar o haber decorado el restaurante o el bar en el que alguien se toma una copa en verano, cuando aquello bulle de gente. Pero que sobre todo aman el invierno, cuando se está bien en ese paraíso terrenal. Que no es que en La Isla se está mal. Es que allí hay más rocas. Y más madera.
¿Cómo cocina Koko los pescados de la costa de Cádiz? Eso está por probar. Pero se probará.
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