El Jueves

La noche más ¿hermosa?

Hasta ahora era calificada por muchos como una de las noches más hermosas de la ciudad, aunque no es oro (ni plata) todo lo que reluce de la misma. La Madugá, dicha así, se entiende en esta ciudad como la del Viernes Santo, desde casi el origen de los tiempos...

Hasta ahora era calificada por muchos como una de las noches más hermosas de la ciudad, aunque no es oro (ni plata) todo lo que reluce de la misma. La Madugá, dicha así, se entiende en esta ciudad como la del Viernes Santo, desde casi el origen de los tiempos. Una noche en la que hermandades de arraigo y solera realizan su salida procesional. Pero diversos asuntos, de carácter tanto externo a esta fiesta como interno y provocado por las propias cofradías, empañan la celebración de la misma.

Partamos de la base que desde hace años nada es igual en el público que abarrota las calles. El punto de inflexión me permito situarlo en las famosas carreritas (más que carreritas, incidentes) del año 2000, si bien se arrastraba una rémora importante. Recuerden aquellos problemas que ya surgieron en puntos como la Gavidia o la zona del Arenal en tiempos pasados. Sin entrar a valorar lo que provocó los incidentes de aquel fatídico y tristemente recordado año 2000 -uno de los secretos de esta ciudad- el caldo de cultivo era el idóneo para que algo así, antes o después, sucediera.

Ahora la Madrugá vuelve a ser noticia. Y lo lamentable del asunto es que el problema surge desde el propio seno de las cofradías: cruces, parones, minutos, andar de nazarenos… y toda una amalgama de problemas que parecen irresolubles creados por las propias hermandades.

Quienes pagamos los platos rotos somos los sevillanos, público contemplativo y en la mayor parte devoto de las imágenes que procesionan esa noche. Y por supuesto el nazareno (entiéndase cualquier participante anónimo de estos cortejos), auténticos sostenedores de esta macrofiesta. Este individuo que forma parte de las filas y sin cuya participación nada sería posible, es el que en último lugar soporta esos minutos, parones, estrecheces y demás molestias que los dirigentes de su hermandad le imponen.

No concibo que seis hombres denominados hermanos mayor no sean capaces de ponerse de acuerdo y prime más aquello de “la tuya sobre la mía”. Ante todo esto, se me vienen a la cabeza algunas preguntas: ¿han pensado en aquellos que forman sus cortejos? ¿tienen en cuenta al público que se tira a la calle para rezar a sus imágenes? ¿es tan importante el lugar en el que se sitúe su hermandad a la hora de llegar a la Catedral?

Y así, como estas, muchas más.
Caballeros, por favor, un poco de respeto a esta fiesta de los sentidos. No olviden que esto existe desde antes de que ustedes existieran y que lo seguirá haciendo cuando ustedes se hayan marchado.

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