Fue Gustavo Adolfo Bécquer quien, hace ya dos siglos, dejase escrito que, “el que tiene imaginación, con qué facilidad saca de la nada un mundo”. Bien lo sabía nuestro genial romántico, y bien supo sacar provecho de su inspirada fantasía para crear esas Leyendas que acompañaron -y acompañan- las lecturas escolares de la adolescencia.
Y signo aquí este breve preámbulo, tras la lectura de “Fantastes” (Atalanta. Madrid, 2014) de George MacDonald (1824 - 1905), un libro memorable y pleno de inventiva, donde el autor escocés da rienda suelta a su capacidad de ensoñación literaria.
Considerado, junto a Lewis Carroll, como el más importante escritor de fairy tales de la época victoriana, su legado influyó con fuerza en grandes literatos ingleses: G.K. Chesterton, J.R.R., Tolkien, C.S. Lewis…
Este último, prologa precisamente la novela que me ocupa, y que con tanto cuidado ha editado Atalanta en una notoria traducción de Juan José Llanos. Revela C.S.Lewis las complejas vicisitudes que afrontó MacDonald, tanto de salud -sufrió una dolorosa enfermedad pulmonar-, como económicas-tuvo que ejercerde escritor, maestro, predicador… -. Ya, al hilo de su estilo, anota el citado Lewis: “Sus personajes más logrados son aquellos que ponen de manifiesto que la compasión y la sabiduría espiritual conviven con una teología que aparentemente no aliente ninguna de las dos cosas (…) Su fuerte fue la fantasía, la que oscila entre la alegoría y la mitopoiesis”.
La narración se inicia una mañana en la que su principal protagonista, Anodos-un día después de haber cumplido veintiún años-, despierta en su habitación y la encuentra por completo transformada. Una pequeña abertura en una pared le proporcionará la entrada a un sorprendente y feérico universo en el que se desarrollarán todas las aventuras que integran esta narración.
En las inquietantes tierras de un bosque encantado, Anodos vivirá experiencias inolvidables: un paraíso poblado de bellos paisajes y mágicos personajes, “donde es inútil tratar de explicarse nada”, pues quienes entran en él “aprenden enseguida a desechar la sola idea de hacerlo y aceptan todo tal como se presenta”.
Más allá de las habilidades discursivas con las que MacDonald sabe atrapar al lector, de la cuidada prosa que atesoran estas páginas y del espléndido despliegue imaginativo del que hace gala, el escritor escocés narra, a su vez, el proceso de transformación en el que se sume Anodos y el modo que tiene de enfrentarse a un mundo donde la vida y la muerte pugnan por ganar la batalla contra un tiempo y un espacio irreales, oníricos.
Cada uno de los veinticinco capítulos en los que se divide el volumen, se inicia con citas de muy destacados poetas -Shelley, Goethe, Shakespeare, Heine, Jean Paul…-; en cada uno de ellos, se incluye también un buen número de baladas, canciones, poemas…, que conceden al género una notable trascendencia. No cabe duda, de que MacDonald, conoció de primera mano lo mejor de la poesía romántica europea y que esta le sirvió cómo generosa fuente de apoyo e inspiración.
Al cabo, un libro de libros, donde se aúnan lo culto, lo místico, lo mágico, lo misterioso, lo paradójico, lo íntimo, lo tentador, lo simbólico…, y cuyo subtítulo es toda una invitación para sumergirse en su interior: “Una novela de hadas para hombres y mujeres”.
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