Arcos

“La apertura al público del castillo es altamente positiva”

Entrevista a Diego Mora-Figueroa, Marqués de Saavedra. Porque se parece al Juan Ramón Jiménez joven, a aquel de ‘Diario de un poeta recién casado’, se nos hizo entrañable desde la primera vez que hablamos con él

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  • Diego Mora-Figueroa. -

Tiene perfil de moneda antigua y su rostro nos recuerda extraordinariamente al poeta Juan Ramón Jiménez. Por eso, porque se parece al Juan Ramón Jiménez joven, a aquel de Diario de un poeta recién casado, se nos hizo entrañable desde la primera vez que hablamos con él, una tarde en el teatro Olivares Veas. Luego hemos podido disfrutar de su amabilidad extrema, la última vez en el castillo de sus antepasados, donde paseamos galerías y torres y donde, ya en la biblioteca, nos ofreció una copa de Río Viejo con rodajas de fuet, que, como dirían los cocineros televisivos, maridan muy bien.
Con don Diego de Mora-Figuera, Marqués de Saavedra, hemos hablado del 750 aniversario de la incorporación de Arcos a la Corona de Castilla, del II Congreso de Historia que acabamos de celebrar y de la historia del castillo de Arcos, propiedad de su familia.  

—Ha sido usted un asiduo en las conferencias celebradas recientemente en el II Congreso de Historia organizado por el Ayuntamiento de Arcos dentro de los actos del 750 Aniversario de la anexión de Arcos a la Corona de Castilla. ¿Nos hace un balance del Congreso? ¿Cree que en general se nos ha acercado nuestro propio pasado a los arcenses, se nos ha explicado bien nuestra propia Historia?
—Esperaba con impaciencia este Congreso y debemos felicitar al Ayuntamiento por esta magnífica iniciativa. Creo que ha sido un gran éxito. El Congreso reunió a importantes historiadores y combinó conferencias de tono académico con otras más accesibles: Ernesto Pangusión nos hizo revivir una escaramuza cerca de Zahara, el Profesor López de Coca la muerte en la Frontera de un noble escocés que portaba el corazón de su rey, Robert the Bruce, en una caja. Además del habitual grupillo de alumnos universitarios, algunos de los cuales visitaban Arcos por primera vez, me alegró ver a muchos "arqueños de a pie" como yo mismo. El acoso a la población mudéjar, su revuelta y expulsión, que conmemoramos este año, y la génesis de la Frontera fueron abordados desde diferentes ángulos. Los arqueólogos, mi tío Luis de Mora-Figueroa y  Alberto Ocaña,  esbozaron una imagen de la Frontera y del estudio de sus vestigios que sin duda sorprendió a muchos y provocó interesantes intervenciones del público. Me atrevería a decir que este Congreso fue la pieza clave del 750 Aniversario. Gracias a la publicación de las actas, perdurará. Espero que encontremos pronto una excusa para un Tercer Congreso.


—El castillo de Arcos, propiedad del Marqués de Tamarón, su padre, ha sido abierto al público recientemente. Abierto al público con las lógicas reservas, para grupos reducidos y en días señalados. ¿Le consta que era una vieja reivindicación popular?
—La apertura al público, dentro del convenio suscrito con el Ayuntamiento, es altamente positiva. Brinda la posibilidad de conocer un edificio cuya importancia en la historia de Arcos es indudable sin olvidar que se trata de una casa particular donde conviven tres generaciones de mi familia, además de los guardeses. Hay centenares de castillos y torres deshabitados en Andalucía. No es el caso de este y creo que es parte de su encanto. Ahora bien, no esperen encontrarse la Alhambra. Hace unos años hubo una primera visita pública en el marco de una jornada de puertas abiertas. Muchos lo agradecieron pero una mujer, desconcertada por la austeridad del patio, los brazos en jarra, exclamó: "¿Para ver esta m… de patio de cortijo blanqueado me habéis hecho subir hasta aquí?" Nada más alejado de la actitud respetuosa y cordial de los que nos han visitado este año. El Ayuntamiento de Arcos, la Oficina de Turismo y los voluntarios de Protección Civil han llevado estas visitas con la máxima profesionalidad. Les estamos muy agradecidos.


—En una de esas visitas tuvimos el gran honor de pasear las viejas almenas, asomarnos a la Peña desde una alta torre y recorrer con los ojos los miles de ejemplares de la biblioteca familiar. Pero más honor, sin duda, oír de su propia voz la historia del castillo, que parece que a principios del  XX fue rescatado por una de sus antepasadas poco menos que de las manos de un especialista en derrumbe. ¿No es así?
—Así es. El castillo sufrió a mediados del siglo XVIII el terremoto de Lisboa, que derribó muros y produjo grandes grietas. Luego vino la ocupación francesa durante la Guerra de Independencia: al retirarse volaron parte de las fortificaciones. La quiebra de los Duques de Osuna, propietarios del castillo, en la segunda mitad del siglo XIX, fue otro duro golpe. El castillo quedó en manos de un banco que finalmente lo sacó a subasta en 1922. Mi tía bisabuela, Violeta Buck, hija de un bodeguero inglés de Jerez, acudió a la subasta cuando supo que el único interesado era un tratante de material de derribo. Se instaló en el castillo medio arruinado y, con medios limitados y sin ayuda pública alguna, dedicó el resto de su vida a su restauración. Una amiga jerezana describe como, ya mayor, le hizo visitar las murallas con un cubito de mortero (o "mezcla" como decimos aquí) en la mano. Sin interrumpir sus explicaciones sobre los reyes moros y los Ponce de León, antiguos moradores del castillo, se paraba de vez en cuando ante un boquete, encajaba un trocito de ladrillo o un cascote y "tiraba mezcla" con gran destreza. Mi abuela Dagmar, Marquesa de Tamarón, heredó la casa de su tía Violeta y siguió la labor de restauración, aunque nunca la vi tirar mezcla. Finalmente, mis padres tomaron el relevo y tras cerca de un siglo de esfuerzo, aunque quedan cosas por hacer, podemos estar satisfechos con el estado de conservación de la casa. Se han sucedido, en obras grandes y pequeñas, magníficos albañiles arqueños dirigidos por los maestros Fraidía, Antonio Castillo, Eduardo Padilla, etc. Pero permítame insistir en la importancia crucial, para la conservación de un edificio de esta envergadura y antigüedad, de la labor cotidiana del personal de la casa: los actuales, José María González Candón y Mara Cerredo, y los que los precedieron (Ana Castillo, Pepa Gutiérrez, Leonor Reyes, los Sañudo y otros muchos). Su dedicación y talento suplen la falta de medios, sin ellos esta ambiciosa empresa no sería posible.


—Hablando con usted se aprecia su vasta cultura. ¿Se ejercita en alguna disciplina artística?
—Bueno, manejo un poco el pincel, con más entusiasmo que talento. En cuanto a mi cultura, no se ajusta al tamaño de la biblioteca, que por cierto no contiene primeras ediciones de El Quijote y sí mucha novela rosa de principios del siglo XX, en alto para que no se vean los títulos.

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