Tras esta tercera edición dirigida por el asturiano José Luis Cienfuegos, el Festival de cine europeo de Sevilla, SEFF, consolida su perfil de certamen muy similar al que dirigió en Gijón, con lo que implica de positivo, y también de negativo. En su primer año al frente del SEFF marcó ya algunas diferencias notables con la errática trayectoria anterior, el año pasado siguió con esa línea y esta edición ha sido la confirmación definitiva de esta rampante “gijonización”, matizada por el intrínseco carácter europeo de nuestro festival.
Esta transformación se hace palpable en el nivel de calidad de la sección oficial, indudablemente superior al existente en la etapa del anterior director, Javier Martín Domínguez; en las secciones “Las nuevas olas” y “Resistencias” se ofrece un cine ciertamente alternativo y ausente por completo en las pantallas y en muchos festivales; se ha dado voz a autores con una obra muy personal y se ha apostado fuertemente por el denominado “nuevo cine español” , pero también hay carencias.
En unos tiempos en los que la historia del cine desaparece de los planes de estudio y en los que el cine en blanco y negro no se ve en televisión, es de lamentar que el SEFF renuncie al papel y a la responsabilidad que tienen los principales festivales en acercar, recordar y reivindicar a olvidados cineastas para que el público pueda conocer su obra. Está muy bien mostrar el cine del momento y apostar por el futuro, pero no a costa de despreciar y marginar todo lo que huela a pasado.
El documental tampoco sale bien parado en esta nueva etapa del SEFF. Es cierto que se han programado muchos y muy buenos, pero si en las etapas anteriores estaban agrupados en una sección propia, Eurodoc, ahora aparecen diseminados en dos, “Las nuevas olas” y “Resistencias”, ninguna específicamente dedicada a este género. Cuestión al margen es la de definirlos como “No Ficción”; es como si a partir de ahora a las películas en blanco y negro se las calificara como “No color”, al cine mudo como “No sonido” o al cine independiente como “no dependiente”.
Entre los principales aciertos, han estado las masterclass del austríaco Martin Arnold y el suizo de origen español Fernand Melgar. Lamentablemente, ninguna de las dos contaron con una presencia de público numerosa. En el primer caso, incluso hubo muchas deserciones entre los espectadores que no sintonizaron con la original y radical propuesta de este cineasta singular.
La masterclass de Melgar tuvo lugar en la Universidad Pablo de Olavide una mañana, lo que prácticamente limitó sus asistentes a algunos estudiantes y profesores universitarios, así como unos pocos cinéfilos. Fue una pena que no se programara en otro lugar o momento para que hubiera podido acudir más gente y disfrutar de su excelente documental (perdón, No Ficción), “Exit” sobre la eutanasia en Suiza.
Otro síntoma de la “gijonización” fue la feliz presencia de dos títulos rodados en bable, lo que contrasta, una vez más, con las continuadas e inexplicables ausencias de significativas producciones andaluzas en el festival. Sin ir más lejos, mañana se presenta en el Festival de cine iberoamericano de Huelva, “Thomas vive”, de Antonio Cuadri, rodada íntegramente en Sevilla. Si sólo fuera este título..., pero año tras año, en Huelva se pueden ver relevantes producciones andaluzas, ignoradas en Sevilla.
También se ha echado de menos “Sacromonte”, de la granadina Chus Gutiérrez, premiada en la Seminci de Valladolid, o “La niña ya no está de luto”, documental rodado a propósito de los 50 años de esta aclamada película del sevillano Manuel Summers, que fue firme candidata a la Palma de Oro en Cannes. Este año la apuesta ha sido merecidamente la denominada “Generación CinExin”, pero se ha olvidado que hace 15 años se estrenó “Solas”, con toda la extraordinaria y justa repercusión para el cine andaluz. Habrá que esperar al próximo año para saber si José Luis Cienfuegos recapacita y le da mejor espacio a nuestro cine.
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