Desde que el fabulista griego Esopo creó el ingenioso apólogo de aquel hombre que mató a una gallina creyendo encontrar en sus vísceras una gran cantidad de oro y vio asombrado que era como todas las demás, sabemos alegóricamente qué triste final puede tener la ambición de nuestras insensatas acciones. Sin embargo, la inepcia municipal y la idiocia burocrática no saben o no quieren saber de fábulas.
Tal la actitud de nuestros políticos respecto a la que algunos llaman milla de oro, vulgo barrio de Santa Cruz, corazón preciado del casco histórico de Sevilla, donde se halla la acrópolis hispalense que cumplió no hace mucho sus bodas de plata como Patrimonio de la Humanidad.
En sus calles no cabe un velador más pues cada temporada se duplican. En sus plazas no cabe una mesa más porque son comedores al aire libre. En sus puertas no cabe un tenderete más porque cada año se extienden como una plaga añadiendo también olores exóticos propios de un zoco medieval pero no de una ciudad moderna. Casas del siglo XVIII han convertido sus ventanas bajas en tiendas y sus cocheras en cafeterías, de modo que algunos sectores se transforman en un velador continuo sin proporción ni medida, contribuyendo a la más rotunda contaminación visual y acústica.
Todo ello en un año en que ha aumentado considerablemente el turismo, incrementándose el número de los cruceros fluviales. Ya no es posible pasear por sus calles ni de noche ni de día debido a la masificación. Últimamente, incluso han proliferado grupos nocturnos cuyos guías se detienen para sus explicaciones en las calles más estrechas impidiendo a veces un tráfico normal o más fluido.
Ante tales desafueros ¿se cumplen las ordenanzas municipales? ¿se tienen presentes las leyes de patrimonio histórico y artístico? Bienvenido sea el turismo que nos deja tantas divisas, pero cuidémoslo.
El turista viene a ver lo que no tiene en su país. Cuidemos el barrio de Santa Cruz que es un barrio pero no un parque temático. Y un barrio lo constituyen sus vecinos, pero no sus turistas. Cuidemos al vecino como especie en vías de extinción.
El barrio de Santa Cruz es más historia que leyenda. Entre otros personajes históricos allí están presentes Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, los místicos universales. La conmemoración teresiana del próximo año sería una buena ocasión para mejorar el aspecto de sus calles y darle mayor autenticidad sin mixtificaciones foráneas.
Un breve texto en azulejo que explicara el nombre de sus calles evitaría los mil infundios propagados por guías ignaros. Velemos, pues, por la tradición y vocación turística de un barrio –Marqués de la Vega Inclán, protégenos- sin asesinarla. No matemos al indefenso animal, no sea que nos quedemos sin gallina y sin huevos.
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