Andalucía

Abengoa, el efecto arrastre

Las grandes empresas condicionan económica y laboralmente a las auxiliares y las prestadoras de servicios. CSC habla de “proceso de proletarización” de los trabajadores, que comienzan a movilizarse ante los departamentos de recursos (in)humanos

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  • La sede de Palmas Altas -

La interdependencia del sector en el que se mueve la multinacional Abengoa, como es el de la ingeniería y obra civil, consultoría y las TIC, provoca que las empresas de primer nivel no sólo sean motor económico, sino que también condicionan al resto de empresas auxiliares y prestadoras de servicios. Si Abengoa establece horarios extra, controles exhaustivos y precarización de los derechos de sus trabajadores, así también lo harán las que le siguen, como MP, Ayesa, Accenture/Coritel, Everis, Novasoft, Telvent... y a ellas le seguirán las auxiliares y las pymes y micropymes que les prestan servicios (Servinform, Soltel, SDA, Atech BPO, Konecta...). Es la conclusión de un informe del sindicato Coordinadora Sindical de Clase (CSC), que directamente habla de un “proceso de proletarización” de los trabajadores que rebaja sus derechos laborales, que deprecia los sueldos aunque la plantilla sea en un 85% de alta cualificación y que tiende a la concentración para aumentar el control laboral, como ocurre en Palmas Altas, la sede central de Abengoa.

El informe, centrado en la provincia de Sevilla pero extrapolable al resto de España, detalla cómo la caída de la actividad industrial (Astilleros, Roca, Fundiciones Cetano, Danone...) ha dejado la actividad concentrada en pocas manos: Abengoa, EASD/CASA, Endesa, banca y administraciones públicas. Sin embargo, estas empresas no acaparan toda la contratación laboral, sino que externalizan determinados servicios a otras empresas, que a su vez las subcontratan a otras, cuya única relación es de “clientes” aunque en realidad se trate de “cesión ilegal de facto” de los trabajadores.

“Las empresas del primer grupo actúan como motores de la economía y son las empresas de los grupos siguientes las que van a remolque de la vida productiva de las primeras. Por lo tanto, existe una repercusión directa sobre las condiciones laborales de los trabajadores de las empresas subsidiarias”, dice el informe de forma tajante. Quien marca el compás, pues, son las empresas clientes, las más poderosas, como es el caso de Abengoa, MP o Ayesa, y si se deterioran las condiciones laborales de éstas, como es el caso que Viva Sevilla ha estado denunciando en Palmas Altas, también lo sufrirán directamente el resto de sociedades que trabajan para ellas.
CSC asegura que “cuando las empresas quieren acelerar el ritmo de producción y el incremento de beneficios, inevitablemente tiene que ser a costa de las condiciones de los trabajadores”, y si encuentran dificultades en su propia plantilla, “trasladan la presión a las empresas subsidiarias o subcontratadas. Éstas, a su vez, para “ganarse al cliente”, compiten entre sí a costa de las condiciones de los trabajadores. Esto se repite y profundiza a medida que bajamos en la pirámide de empresas. Al profundizar en los niveles jerárquicos cada vez nos encontramos con empresas con menos trabajadores y con más dificultad para organizarse y defender así sus derechos”.

Pero las cosas cambian

Antes de la crisis, el índice de titulados en este sector era del 84,46%. Eran empleos de alta cualificación en su mayoría, con un alto nivel de rotación entre empresas y un nivel de desempleo relativamente bajo, primando la subcontratación de servicios (outsourcing), por lo que el contacto entre los compañeros era mínimo y la relación con la empresa muchas veces se limitaba al cobro de la nómina. “El individualismo y la falta de conciencia obrera primaba en el perfil del trabajador”, dice CSC.

Sin embargo, con la profundización de la crisis a partir de 2009, el escenario cambia: impera el desempleo, los ERE’s y las modificaciones sustanciales de las condiciones de trabajo (el sector TIC lleva desde 2010 con el sueldo congelado); la apuesta por la internacionalización de las grandes empresas... se ha traducido en una deslocalización del empleo, disminyendo las subcontrataciones y asfixiando cuando no matando a muchas pymes; se potencian las “software factories” (fábricas de desarrollo de software, de grandes grupos y en zonas deprimidas); enormes diferencias salariales por antigüedad y despido a cambio de nuevos trabajadores con condiciones más precarias; y reconcentración en grandes centros para reducir costes, como es el caso de Palmas Altas o el de Ayesa en la Cartuja.

Con estos condicionantes, los trabajadores del sector han sufrido “un proceso de proletarización” que, unido a la concentración de trabajadores en grandes centros/oficinas, comienza a marcar una incipiente pero aún precaria organización en defensa de sus derechos. “El trabajador medio del sector comienza a no tener seguro su puesto de trabajo y deja de considerarse un “privilegiado" respecto a otros”, mientras que, por otro lado, “sus sueldos van igualándose a los de otros trabajadores sin cualificación o incluso se ven por debajo de éstos. En Andalucía, por ejemplo, se están realizando contratos por unos escasos 10.500 euros brutos anuales en las capas más bajas (auxiliares, técnicos de sistemas y programadores)”, dice el informe.

“Las grandes empresas son plenamente conscientes de esta situación y ejercen un control exhaustivo sobre sus plantillas, intentando romper lazos de comunicación para impedir su organización”, avisa CSC, que hace hincapié en los efectos negativos sobre la salud de los trabajadores. Aunque la lógica impondría evitar la rebelión, los “departamentos de recursos (in)humanos” optan por acelerar y acrecentar el conflicto,  algo aderezado con el hecho de que la mayoría de los trabajadores reniegan del sindicalismo que representan las grandes centrales (CCOO-Confia y UGT-FeS), ya que “es frecuente ver numerosas traiciones a los trabajadores allá donde tienen representación”, lo que sólo beneficia al empresario, según esgrime la Coordinadora Sindical de Clase.

La contradicción se cierne sobre empresas como Abengoa y sus subsidiarias o subcontratas: elevar el índice de explotación sobre los trabajadores provoca y acelera la toma de conciencia de éstos, desembocando en la mayoría de los casos en la organización para hacer frente a los abusos.  El caldo de cultivo para la rebelión. Aunque la única que se conozca sea la del ‘táper’, está ya servida.

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