La escritura perpetua

Triste Brasil

El desastre de la Canarinha tendrá importantes consecuencias deportivas, sociales y políticas, en un país herido por la desigualdad y la crisis económica

La selección brasileña se ha convertido en un fracaso absoluto en un Mundial diseñado a sangre y fuego, entre protestas y penurias, para que su escuadra saliera triunfadora y elevara al cielo del histórico Maracaná la Copa del Mundo. Pero Alemania ganó el Mundial. El desastre de la Canarinha tendrá importantes consecuencias deportivas, sociales y políticas, en un país herido por la desigualdad y la crisis económica. La estrategia de Scolari, el seleccionador, ha resultado un fracaso absoluto. Brasil lleva años traicionando su tradición de fútbol musical y alegre, hecho de arte e inspiración, un juego admirado en España durante lustros pero que parecía tan inaccesible para La Roja como para el vecino del quinto esa mulata ataviada con un tanga hecho de perlas falsas que bailaba samba en lo más alto de una carroza durante el carnaval de Rio. Sevilla aclamó a Brasil durante el Mundial de España 82, porque se trata de dos escuelas que apreciaban una estética futbolística semejante, pero una derrota en ese Campeonato del Mundo marcó el inicio del lento retroceso de Brasil hacia la nada. Porque la Canarinha principió entonces a despreciar el balón, que fue durante décadas el núcleo de su fútbol luminoso y orgiástico. Brasil se ha extraviado en el laberinto porque se ha olvidado de sí misma. Se fue apartando de los conceptos de su juego, que parecía concebirse no en un estadio, sino en un museo. Scolari ha querido construir un combinado duro, correoso, infatigable, fuerte en el contragolpe, una escuadra muy al estilo de Jose Mourinho -que se baraja como posible futuro seleccionador brasileiro- pero el resultado ha sido un conjunto acaramelado. La Brasil de este Mundial ha sido un conjunto de lágrimas, emocionalmente débil, con jugadores llorones, incapaces de plantar cara a la adversidad. Alemania la humilló (1-7) en las semifinales en una derrota que no se olvidará jamás, de un dolor equiparable o mayor al del ‘Maracanazo’. Y Holanda culminó la afrenta (0-3) en el partido de consolación. La torcida llora, llora esta tremenda e inesperada desgracia, mientras observa a esta desdichada selección brasileña y piensa en lo que escribió el dramaturgo Luis Ramiro: “Te odio como nunca quise a nadie”.

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