Notas de un lector

Aire del tiempo

En este su bautismo lírico, Alicia Mariño ha querido sumergirse en el peculiar universo del haiku, y dejar constancia, a su vez, de su admiración por cuanto constituye el ámbito de lo japonés.

“Aire del tiempo” titula Alicia Mariño (Cáceres, 1958) su primer poemario. Esta Doctora en Filología Francesa y licenciada en Derecho, alterna su tarea docente con su devoción por las letras. Hasta la fecha, ha publicado en revistas especializadas un amplio número de artículos sobre literatura fantástica y cine de terror, y ha preparado ediciones de autores tales como Théophile Gautier, Barbeyd’Aurevilly y Giovanni Papini.

     En este su bautismo lírico, Alicia Mariño ha querido sumergirse en el peculiar universo del haiku, y dejar constancia, a su vez, de su admiración por cuanto constituye el ámbito de lo japonés. Editado con su habitual esmero por Reina de Cordelia, el volumen cuenta con atractivas ilustraciones de Miguel Ángel Martín.

     Dividido en cinco apartados, el primero de ellos, “Paisajes”, dibuja con cromáticas pinceladas lugares e instantes tan diversos como una “Puesta de sol en Madrid” (“La espada roja/ del sol en la montaña/ fulmina el tiempo”) o “Una puesta del sol en la sabana” (“Nubes de fuego,/ de amianto y madreperla/ besan el cielo”).
Luego, en “Melancolías”, la escritora cacereña se ovilla en una suerte de acordanzas y nostalgias, que envuelven su decir en momentos de alta temperatura poética, como demuestran estos dos ejemplos que anoto: “Todas las noches/ te busco en el olvido/ de mis recuerdos”; “En mis heridas/ florecerá el jardín/ de la memoria”.

     En su tercera sección, “Homenajes”, Alicia Mariño se sirve de muy variados protagonistas para afilar y alimentar su verso. Y así, su hijo Carlos, Cóctel, el cocker de Garci, el fallecimiento de Luis García Berlanga…, van desfilando junto a emotivas remembranzas, como en el haiku titulado “Los ojos de mi madre”: “Chispas de azul/ en pétalos de almíbar,/ siempre tu luz”; o en el cómplice y cinéfilo “BladeRunner”: “Caían como/ lágrimas en la lluvia/ mis pensamientos”.

    No ha mucho, recordaba desde este mismo espacio a George Sand, quien afirmara que “el beso es una forma de diálogo”. Así lo entiende también la poetisa extremeña en el penúltimo apartado del volumen, y que bajo el epígrafe de “Besos”, acerca al lector a la complicidad de muy románticas instantáneas: “Las azaleas/ son como besos rotos/ de miel y fuego”; “Besos marchitos/ como las amapolas/ recién cortadas”.
A manera de coda, “Momentos” reúne silencios, despedidas, mares, flores, desconsuelos, vampiros, veranos…, y todo ello, tamizado con un decir sereno, de grata autenticidad: “Morir contigo/ bajo la luna llena/ o en el olvido”.

     Afirma Fernando Sánchez Dragó, en su prólogo, que “todo haiku, en definitiva, es un koan ( ya saben: el aplauso de una sola mano)”. Quien esto escribe, recomienda aplaudir con las dos esta primera entrega de Alicia Mariño: “Soy sólo un sueño,/ el sueño de una sombra,/ sueño perpetuo”.

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