La tribuna de Viva Sevilla

La Giralda presume orgullosa

La victoria deportiva del equipo de Nervión constituye la sublimación de muchos deseos no cumplidos por parte de muchos aficionados, socios y simpatizantes del club.

Con la victoria del Sevilla, el fútbol español ha conquistado Europa. Las dos competiciones europeas serán para equipos de la liga española. Como todas las victorias deportivas, deja una parte damnificada (el equipo derrotado y el eterno rival). En Lisboa seguirán pensando en esa “maldición” que les azota, sobre todo si se plasma con hechos contrastados.

Más allá del propio espectáculo deportivo, seguido por una cuantiosa audiencia, y no sólo de los países implicados, colmó todas las expectativas depositadas en él: emoción, esfuerzo derramado a raudales, nervios y desenlace en la fatídica tanda de penaltis. Parece  como si en los momentos más exasperantes de la crisis nacional tuviéramos alegrías en forma de victorias deportivas. Gestas, a fin de cuentas, en el anecdotario futbolístico.


España ganó el Mundial, volvió a repetir victoria en la Eurocopa, y el Sevilla Fútbol Club atesora en sus vitrinas su tercera Europa League. Cuando la expedición nervionense arribó a Sevilla, la euforia se apoderó de las calles y el frenesí del baño de multitudes hizo olvidar las penurias de la crisis a muchos sevillanos, aficionados al Sevilla Fútbol Club.


Este tipo de victorias tienen un enorme valor simbólico y reivindican una forma de entender el balompié. Por un instante, aunque sea momentáneo, muchas personas experimentarán un frenesí colectivo gracias a la victoria de su equipo. En una sociedad como la actual -con niveles de cambio social tan acelerado y de una intensidad tan alta- pocas instituciones permanecen con tanta fuerza como el equipo de “mis amores”.


La filosofía del sevillismo se describe con su mensaje más contundente: “Sevilla, hasta la muerte”. En este caso, la proclama, definida psicoanalíticamente como “deseo de muerte”, se ve transformada hasta convertirse en que el trofeo y sus celebraciones nos proporcionan vida.
La victoria deportiva del equipo de Nervión constituye la sublimación de muchos deseos no cumplidos por parte de muchos aficionados, socios y simpatizantes del club. Cuando vieron pasar el autobús descapotable con el marchamo de Campeones -imagen frecuentemente repetida en los últimos años-, repleto de los jugadores del plantel ensimismados y extasiados por el enorme recibimiento de la afición, la sociedad de la información se plasmó muy nítidamente con cientos de smart phone recogiendo el momento a través de las cámaras del público, como de los mismos homenajeados –con los populares selfies.


Como no puede ser de otra manera, el intercambio de imágenes e información en relación al evento de la presentación del trofeo a la afición fue masivo y nadie escapó al conocimiento mediático de tal recorrido triunfal. Los jugadores sevillistas fueron aclamados como en otro tiempo lo fueron soldados de leyenda, héroes míticos y otras muchas figuras públicas.


Fueron modelos sociales a imitar por los jóvenes y, aún más, la profesión de futbolista profesional será un lugar soñado por los padres de los sevillistas más jóvenes. Fama, dinero, reconocimiento, identificación y aprobación generalizada serán moneda común para este conjunto de exitosos deportistas.


La felicitación a todos los estamentos del club ha de ser sincera y compartida, puesto que sitúa al Sevilla Fútbol Club en la élite actual de los equipos europeos. Al margen de anécdotas estadísticas, como la de mejor equipo del año según la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS) a la que aspirará sin duda, el club debe estar satisfecho por haber colmado todos los deseos de su amada afición al conseguir sublimar la temporada con un título continental.

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