La ternura de Pepi Sánchez llena las salas de la planta baja de la Casa de la Provincia de la Diputación de Sevilla. La extraordinaria exposición que compila la mayor parte de su obra, organizada por la Asociación de Vecinos y Amigos del Barrio de Santa Cruz, rinde tributo de admiración a la pintora sevillana fallecida en Madrid hace justamente dos años, que tuvo su estudio en el callejón del Agua, donde un azulejo recuerda el lugar donde la artista creó muchas de sus obras.
Pepi Sánchez, sevillana en Madrid, que no olvidó nunca a Sevilla desde aquel día de su boda con el escritor y crítico sevillano Manuel García Viñó en la parroquia de Santa Cruz en 1958, cuando fijara su residencia en Madrid y recibiera el Premio de la Crítica del Ateneo madrileño aunque muchos sevillanos no la conocieran.
La pintura de una sevillana en Madrid es una pintura universal, sencilla, sin etiquetas en la que la fantasía lo llena todo, incluso un material tan duro como la piedra porque también en esos pétreos elementos se desliza su imaginación con tacto de magia, magia blanca, femenina y sutil que invade los volúmenes y huecos de las rocas. Y también sobre la blandura del lienzo discurre el líquido elemento bajo el sol rojizo del cálido atardecer o la blanca luz del alba antes de que llegue la mañana. El agua invita a que nos mojemos alguna vez aunque tengamos que perder nuestra ropa. A veces hay que perderla para conocer la consistencia del agua. Y en muchos momentos su pintura está cargada de una discreta y elegante ironía. Dulzura irónica que no es blanda sino contundente, suave y ligera como el líquido elemento pues “Creyeron ser más de lo que eran” o “A los arquitectos se les subió el santo al cielo”.
La pintura está siempre por encima del tema y son las formas las que sugieren los temas. Pintura ante todo sin ningún expediente banal que engañe al espectador o lo haga sentirse incómodo. Pintura auténtica, claro mentís a la gran estafa del arte de nuestros días. La magia del artista que sabe fabular no necesita nada más que la poesía. Quien necesita pintar como respirar no sabe engañar ni lo necesita.
No cederemos a la tentación del historiador del arte de recurrir eruditamente a los antecedentes del surrealismo o a la pintura de los sueños porque de nada de eso trata esta pintura amable. Ese historiador del arte se perdería por el camino y no sabría de qué hablar con una dama que se entiende a maravilla con los duendes del bosque.
Concluyamos. La primera gran retrospectiva de la gran pintora sevillana a dos años de su triste desaparición ha partido de la Asociación de sus antiguos vecinos antes de que se acordaran quienes andan siempre desmemoriados. Sus antiguos vecinos han velado armas a diario frente a sus mágicas piedras. Los fines de semana sus queridos parientes también las han acompañado.
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