En el número 2 de la céntrica calle Amaya, concretamente en el 1º D, viven Antonia Batista, a cuyo nombre está la casa, y su marido Fernando Cantero. El edificio, sobre todo el ala derecha, está prácticamente en ruinas, “por la dejadez durante muchos años”, mientras que ellos viven en la parte izquierda, que según comentan, “está intacta”, aunque todo lo intacto que puede estar unas viviendas más que centenarias. De hecho, Antonia, de 69 años de edad, nació allí, en el mismo piso en el que vive desde hace más de 40 años con su marido. Pero hace seis años, les llegó una comunicación oficial de la Cámara de la Propiedad de que debían abandonar su hogar y ser realojados en otra vivienda debido al mal estado. Por entonces compartían vecindad con unas 16 personas más. Hoy solo quedan ellos…
“No nos negamos a irnos, pedimos una vivienda similar, ni más grande, ni más pequeña, y donde yo pueda tener fácil acceso”, confiesa Fernando, cuya salud está “muy afectada, sobre todo por varios problemas cardíacos”. En su poder cuenta con un acuerdo “firmado y sellado” con la Junta de Andalucía al respecto, acuerdo que la Administración, siempre según el inquilino, “no ha cumplido”. Desde que llegara el anuncio de desalojo, han visto algunos pisos, muy pocos, pero ellos no los han aceptado. Por ejemplo, “en uno no pudimos entrar para verlo porque tenía ‘okupas’ dentro, estaba ‘okupado’… era una infravivienda… no tenía ascensor, estaba plagado de cucarachas, todo roto, vamos, ese sí que estaba en ruinas. Otro era totalmente interior, sin luz, oscuro, allí tendríamos que estar con la luz artificial todo el día encendida, y está el recibo de la luz como para bromas… en otra ocasión nos llevaron a ver uno que ya habíamos visitado, el primero, nos dijeron que el ‘okupa’ se había ido y que lo habían limpiado, pero a diez minutos de salir para verlo, nos volvieron a llamar diciéndonos que no fuéramos porque lo habían ‘okupado’ de nuevo”.
También les enseñaron dos pisos pero para que estuvieran de forma provisional, “uno era horroroso, con una cocina de un metro cuadrado, con mesas y sillas rotas… pero de todas formas nosotros no estamos para dos mudanzas”, confiesa en este caso Fernanda.
El compromiso “firmado y sellado” con la Junta de Andalucía deja claro que “habla de un piso adecuado a nuestras necesidades, yo no puedo subir escalaras”.
Según comenta este matrimonio, desde la Cámara de Propiedad, al parecer administrador del inmueble en el que viven ahora mismo ellos solos, sin más vecinos, le han instado a aceptar uno de los pisos a la mayor brevedad, “porque sino vendrían inspectores para ver el inmueble para una inspección técnica… y que al final tendríamos que irnos sí o sí, y que tendríamos que hablar con el Ayuntamiento para que nos metieran en una fonda (pensión)”.
“Nos sentimos amenazados, yo trato de estar más tranquilo, porque no tengo salud para alterarme, y además para tranquilizar a mi mujer, que no duerme, todas las noches toma pastillas para poder dormir, está de los nervios, está que se sale del cuerpo. Además, tengo un compromiso firmado y sellado que espero que la Junta cumpla”.
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