De incógnito

Annus horribilis

Me gustaría cerrar el año con un cuadro estadístico que me encontré un día para explicarles lo relativa que es la vida...

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  • Gráfico -

Que se cierre ya este año, de verdad. Intento hacer un resumen de lo más destacado y sólo me asaltan recuerdos negativos. Lo único que me salva y que nos salva a más de uno, es que aún no hemos perdido la capacidad de sonreír, porque lo que hemos pasado y lo que nos espera, no tiene nada de halagüeño.

Aún así, me gustaría cerrar el año con un cuadro estadístico que me encontré un día para explicarles lo relativa que es la vida. Una disfruta como una enana cuando los políticos o los expertos pillan por banda una estadística, una gráfica o un balance para darle la vuelta a los números, quesitos, barras y flechas y hacerles decir lo que ellos quieren. Es fantástica la capacidad que tienen y me voy a permitir el lujo de hacer lo mismo en esta ocasión.

Los datos son oficiales, del Instituto Nacional de Estadística, y reflejan las dificultades económicas de los hogares españoles, es decir, las suyas y las mías (dudo que en ella entren las de muchos políticos). Y van desde el año 2004, cuando todavía no había crisis y España iba bien, según Aznar, pasando por la promesa del “pleno empleo” de Zapatero en 2008 o “Todo lo que se refiere a mí y a los compañeros del partido no es cierto, salvo alguna cosa que han publicado los medios” de Rajoy el año pasado, hasta noviembre de 2013.

Curioso que casi la mitad de la población española, ni en 2004 ni este mes, nos podamos permitir ir una semana de vacaciones, claro que con el pleno empleo de Zapatero un diez por ciento más sí que podía, lo que no dice la encuesta es si los días de asueto eran en Marina D’Or o en la casa del pueblo haciendo Tetris para meter a cuatro partes de la misma familia a sobrevivir en los días de las fiestas locales bajo el mismo techo.

Si las vacaciones son un síntoma, lo peligroso es ver cómo al menos el 30 por ciento de la población nunca, en esta serie estadística, incluso en los tiempos de bonanza, ha podido hacer frente a gastos imprevistos. Y lo peor es que hayamos retrocedido diez años: si casi el 41 por ciento no puede afrontar ahora mismo tener que cambiar las tuberías del cuarto de baño por una avería, casi el mismo porcentaje no lo podía hacer en 2004, claro que si antes se permitía o no estaba mal visto buscar al chapuzas, ahora no tienes más remedio que hacerlo porque si no, simplemente, no te vuelves a pegar una ducha en condiciones. Eso sí, que no te pille Montoro...

Y seguimos porque es muy triste. Pasamos al tema de la vivienda. Si antes sólo (lo de “sólo” es por la proporción, pero tiene mandanga) tenían problemas de pago de la vivienda entre un 4 y un 6 por ciento de los hogares, la cifra se ha disparado hasta un 9 por ciento, especialmente agravado con la crisis pero también, y eso no puedo dejarlo pasar, por la inestimable y cruel ayuda de un sistema financiero abusivo que ha regalado dinero a espuertas, que ha impuesto condiciones leoninas a sus clientes y por unas cláusulas que el Tribunal Constitucional debería tumbar simple y llanamente por ser usura pura. Sí, el artículo 10.1 dice: “La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social”. Sí, lo que hace la banca, esa que hemos rescatado todos con 60.000 millones que ya debemos y computan como déficit público, va contra la dignidad de las personas.

Pero lo peor es el día a día, ese 16 por ciento que ahora mismo tiene dificultades para llegar a fin de mes. Lo curioso es que, aunque en estos últimos años el porcentaje haya ido variando, nunca ha bajado el 10 por ciento. Es decir, uno de cada diez hogares siempre ha tenido dificultades para pagar la luz, el agua o llenar el frigorífico. Y si ahora estamos en el tope máximo, lo llamativo es observar cómo los picos están en el 14,8 por ciento de 2009, cuando comenzó oficialmente la crisis y cogió a muchas familias de sorpresa, y el 10,6 por ciento de 2011, lo que no quiere decir que las cosas fueran a mejor, sino que los hogares españoles se adaptaron a las carencias y empezaron a ahorrar para sobrevivir. Pero si no entra dinero, no se puede ahorrar; si no hay nómina y se termina el paro, ya no hay dónde recortar... por eso la progresión ascendente hasta ese 15,9 por ciento de noviembre de 2013.

Lo peor es que si se unen los gastos imprevistos, que no se llega a fin de mes y que no se puede pagar la vivienda, lo que nos encontramos es un 21,6 por ciento de españoles que viven bajo el umbral de la pobreza. Dos de cada diez españolitos. Es para refregarles por la cara la estadística a los poderes públicos y, sobre todo, a los bancos, que han ganado este año un 80 por ciento más... y eso que sólo es el balance provisional.

Lo dicho, realidad frente a los buenos deseos. Una estadística para demostrar que siempre ha habido problemas pero que la “cosa”, esa de la que está prohibida decir el nombre, va a peor. Yo no veo la luz al final del túnel. A ver si 2014, además de subida de factura, trae un vuelco en las estadísticas. Pero, no se preocupen, seguro que hay un político que dice que la tabla ésta lo que refleja es que la “cosa” va a mejor. Si es que....

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