La Tribuna de Nertis

Estupidez nacionalista

Terminaba el último artículo aludiendo a la estupidez que era capaz de cometer un político diciendo que Barcelona era la única que podía competir en España con Tokio y Estambul, para despreciar a Madrid y mostrar los estragos que el nacionalismo puede hacer en la inteligencia de las personas y más a

Terminaba el último artículo aludiendo a la estupidez que era capaz de cometer un político diciendo que Barcelona era la única que podía competir en España con Tokio y Estambul, para despreciar a Madrid y mostrar los estragos que el nacionalismo puede hacer en la inteligencia de las personas y más aún de los políticos. Ser capaz de actuar así no es sino la muestra más palpable de que el localismo y el nacionalismo son capaces de anular por completo todo asomo de raciocinio en las personas.

Siempre creo que ese tipo de estupideces que se cometen movidos por tales ideas van a acabarse, para sorprenderme al día siguiente con que, por el contrario, siguen siendo superadas constantemente. Sin ir más lejos ayer he leído dos más. La pimera es que el Ayuntamiento de Barcelona se niega a dejar rodar una serie de televisión en el Museo de Historia alegando que no respeta “la esencia del rigor histórico”. Como el plumero que muestran es evidente, la actitud no puede ser más pueblerina. Supongo que se examinará si  ese Museo directa o indirectamente recibe cualquier tipo de subvención para eliminar de raíz la misma a quien encima desprecia los ingresos que se derivan de algo tan simple como esto. Más bien lo que muestra es que ese tipo de ideología hace que renazca la censura sin más y sitúe la imposición por encima de cualquier libertad.

Y la segunda es esa imagen de los niños siendo manipulados por TV3 para fomentar el nacionalismo en un informativo infantil y decir nada menos eso de que “España tendrá que rendirse”. Supongo también que se aplicará con todo rigor la ley de protección del menor y se actuará decididamente contra actuaciones de ese tipo.

Ayer tenía la oportunidad de escuchar a Vargas Llosa en una brillante entrevista en la que, además de algunas referencias literarias magníficas, como la reflexión sobre las tesis de Benedetti de que su obra es más progresista que su pensamiento y cómo la novela una vez que sale de las manos de su autor le es ajena y tiene derecho a ser enjuiciada por cada uno como le parezca, o cómo Balzac mostraba una clara dicotomía con una obra muy diferente a su reaccionaria actitud como persona en la realidad, venía a decir que vivió cinco de los mejores años de su vida en Barcelona, que una de sus hijas es catalana, que sus mejores amigos españoles son catalanes, pero que el cosmopolitismo y espíritu moderno de Barcelona no casan en absoluto con algo tan trasnochado y pasado de moda como el nacionalismo a  ultranza que exportan ahora como imagen al mundo.

Suscribo plenamente ese pensamiento y espero que alguna vez un pueblo tan inteligente como el catalán, que admiro profundamente, abandone esas actitudes tan absolutamente pueblerinas y que son utilizadas de manera tan desafortunada por sus políticos para ocultar su clara incapacidad de gobernar como se merece una comunidad tan inteligente y pujante como ésa.

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