El Jueves

Se puede

Tengo una amiga que a veces me dice lo triste que es encontrarse con empresarios que confunden gasto con inversión. De esos, desgraciadamente, tenemos muchos, que esta época de crisis les ha servido como refugio para gastar menos aún de lo que gastaban en tiempos de bonanza. No es algo nuevo: el que

Tengo una amiga que a veces me dice lo triste que es encontrarse con empresarios que confunden gasto con inversión. De esos, desgraciadamente, tenemos muchos, que esta época de crisis les ha servido como refugio para gastar menos aún de lo que gastaban en tiempos de bonanza y por supuesto decapitar el capítulo de inversiones en acciones que le reporten prestigio, si es que alguna vez las acometieron. Para este tipo de personas la cultura, por ejemplo, no es inversión sino gasto. No es algo nuevo: el que nace lechón muere cochino.

Cuento esto a raíz de algo que viene celebrándose en Sevilla desde el pasado día 9: el 4º Festival Internacional de Música de Cámara Joaquín Turina. Que no se les pase desapercibido, porque este certamen está ocupando ya un destacado lugar dentro del panorama musical europeo.

Con un presupuesto de sólo treinta mil euros, el prestigio de este Festival lo dan no sólo las músicas que se interpreten sino la calidad y nivel de los grupos de músicos que participan en el mismo. Todos ellos son de talla internacional, procedentes en su mayoría de Estados Unidos y Europa, permaneciendo en nuestra ciudad durante toda la semana no solo para actuar sino para impartir clases magistrales y ensayos. También “venden” durante el resto del año la marca Sevilla y la del propio festival por los cinco continentes.

Usted dirá cómo se hace todo esto con el modesto presupuesto con el que cuenta el Festival. Se lo cuento: ha sido todo a través de una campaña de crowdfunding (cuestación popular, en lenguaje de la calle) en una plataforma de la red. Junto a esto, un ambicioso y eficaz movimiento en las redes sociales, principalmente en Twitter con el hashtag #yoapoyoturina. Al Festival no le ha pesado ir creando una red de mecenas, micropatrocinios, amigos y simpatizantes que han aportado tanto dinero en metálico como patrocinios en especie. Patrocinadores, diversos empresarios entre los mismos, que han creído en este evento y que para mí tienen toda la mayor consideración y admiración a partir de este momento. No hace falta destinar grandes sumas para poder sacar adelante proyectos como este, que además se consolidan en la vida cultural de la ciudad. Con tan solo un pequeño aporte de muchos las cuentas terminan saliendo.

Creo que estamos necesitados de empresarios de este tipo, que ante la crisis que sigue conviviendo con nosotros, nos abran oasis culturales para deleite del oído en este caso. Más que nunca, el grano hace montaña. Si se quiere, se puede.

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