La pregunta puede sonar a película americana si recuerda a la eficaz Jennifer López en "The Wedding Planner", o a Kate Hudson y Anne Hatheway en "Guerra de novias", pero lo cierto es que los planificadores de bodas, en España, no son unos recién llegados al panorama del más puro corazón.
Ser un "wedding planner" (planificador de boda) es un negocio en alza, cuyo trabajo consiste en organizar un enlace de principio a fin. Una alternativa para los novios, por muchas razones.
"Las parejas de hoy no tienen tiempo para nada y quieren organizar algo especial", además de que muchas parejas se quieren "liberar" de la presión de la familia. Ellas, especialmente, de las "suegras", cuenta entre sonrisas Natalia Fernández, propietaria de "Wedding Planners".
Eva Iglesias, directora de Colorín Colorado, planificadora también de enlaces, apunta a que no siempre los novios viven en la misma ciudad en la que se celebrará la boda y "nuestro servicio les ofrece la tranquilidad de saber que todo estará a punto".
Titulada por la Asociación Americana de Wedding Planners, advierte de que en España se tiende más a la tradición, aunque su empresa añade un "plus de creatividad", incluso en pequeños detalles como las "invitaciones".
Natalia Fernández explica que excepto en los "pinganillos" (auriculares de comunicación), su trabajo es idéntico al que se presenta en las películas aunque reconoce que en "grandes bodas" usan "walkie talkies".
"Estamos desde el principio en todos los pasos que dan los novios" y detalla que su labor se extiende desde el "papeleo" en el registro, al menú, las localizaciones o el traje de los novios. Asesoran sobre el maquillaje, la ambientación e incluso la luna de miel.
Desvela que desde que era niña le encantaba "recortar" todo lo relacionado con las bodas; tiempo después se dio cuenta de que todas eran "iguales" y, aunque sus estudios y su carrera profesional iban por otro camino, en 2005 decidió formalizar con su hermana esta empresa.
"Los novios se dejan guiar por nuestras indicaciones", a pesar de que cuando trasladan las propuestas a sus familiares no siempre les convencen.
"Por esa razón -añade-, hacemos una puesta en común con todos", también para descartar alternativas poco prácticas de los novios, "como acomodar a los invitados en balas de paja durante la cena. Para las fotografías son ideales, pero incómodas como asiento con vestidos de gasa".
En la misma línea, Iglesias afirma que el deseo de "tener a todos contentos es el reto de los novios".
Su apuesta son las bodas temáticas. "Para una pareja apasionada de los videojuegos organizamos una celebración 'Super Mario Bros'", comenta.
Espectáculos acuáticos durante el cóctel o próximamente un coro de gospel, cantando sobre una piscina, son algunas de las peticiones más novedosas.
Natalia Fernández reconoce que las ceremonias civiles dan "más juego" a la hora de preparar algo "diferente".
"De hecho, cada vez hay más bodas de ese tipo" en las que la pareja se casa en un altar improvisado y "personalizado" en una finca donde también tiene lugar el ágape, para así evitar el desplazamiento de los invitados.
La primavera y el verano están considerados como la temporada "alta" en este tipo de celebraciones, pero la crisis ha desplazado a otoño e invierno los enlaces.
"Fincas que en verano cuesta alquilar 5.000 euros" a final de año pueden contratarse por 3.500, asegura Fernández.
Ha organizado bodas cuyo número de invitados oscila de 700 a 30, o incluso dos, "los contrayentes", e indica que les solicitan ceremonias de todo tipo de ritos: "bodas, no bodas" como "la ceremonia del amor".
Desvela que uno de sus mayores retos ha sido "poner luna llena a una noche sin luna", gracias a un globo aerostático, una petición de una pareja cuyos nombres no revela por tratarse de personajes populares.
Y recuerda, ahora entre risas, cómo intentaron disuadir sin éxito a otros novios, también con apellidos reconocidos, que solicitaron la limusina del programa "Gran Hermano" para llegar al lugar de celebración. El lugar elegido era un pequeño pueblo de calles estrechas y no pudieron bajarse del coche "ni abrir la puerta".
Y es que, a veces, hay planes que se tuercen. EFE
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