Curioso Empedernido

De lo que sea

Sabía que no corrían buenos tiempos para las aventuras y que en demasiadas ocasiones tenía que controlarse, cerrando la boca y apretando los dientes para no lanzar improperios ante las grandes estafas de las dobles vidas

Pancracio Persistente  quería trabajar de lo que fuera. Estaba desesperado y había subido su curriculum a la red, y lo había entregado hasta en los urinarios públicos a quienes coyunturalmente compartían con él el placer de evacuar su vejiga cuando realizaba sus micciones.

Pero a pesar de su formación universitaria y de haber hecho tres masters en el campo del turismo y aunque dominaba cuatro idiomas, tras unas palabras amables siempre le repetían la misma letanía, y es que no cumplía los requisitos exigidos por las empresas del sector, ya que carecía de experiencia y que la crisis les había obligado  a reducir personal.

Ante esta tesitura, siempre le quedaba el seguir aspirando a la electricidad o lo que es lo mismo al enchufe, o dicho sin subtítulos tener un padrino con mucho poder que le echara una mano en lo público o en lo privado, pero a pesar de sus posibilidades, lo importante era su disposición.

Estaba dispuesto a trabajar de lo que fuera, aunque ganara mucho menos y no le reconocieran ni su formación ni todos sus derechos, necesitaba como miles de aspirantes hacerlo, sino lo lograba además de entrar en una espiral neurótica y peligrosa continuaría de uñas con todo el que le rodeaba.

A lo largo de este camino y a pesar de la juventud de sus veintisiete años, ya había habido muchas sonrisas y lágrimas, en los que entre los que abundaba la irritación y el mal genio que no le convertían en un ser sociable, pero le habían servido para ir aprendiendo la relatividad de sus virtudes y defectos.

Cuando se sentía bien, era capaz de asumir sin complejos sus errores y despistes y de buscar, por muchas dificultades que le salieran al paso, el lado bueno de las cosas. En los momentos que corrían, tan complicados e inciertos, Pancracio, como todo hijo de vecino se desayunaba en un vivir sin vivir en él.

En esta espiral sin sentido, en la que muchas veces los poderes económicos nos intentaban ocultar lo evidente, entre la recesión , el rescate , el déficit , la deuda , la prima de riesgo , los eurobonos , las agencias de calificación , el Banco Central Europeo , la cumbre europea , el pacto de estabilidad o el peligro de corralito, nuestro personaje se encontraba más cerca de la angustia que de la tranquilidad , de la incertidumbre que de la seguridad.

Sabía que no corrían buenos tiempos para las aventuras y que en demasiadas ocasiones tenía que controlarse, cerrando la boca y apretando los dientes para no lanzar improperios ante las grandes estafas de las dobles vidas, pero además ante la desesperación de no encontrar nada de lo suyo no podía incurrir en la tentación de abandonar.

Tenía que ilusionarse e ilusionar,  trabajar con tesón, y seguir buscando nuevas iniciativas para dar a conocer nuestros atractivos naturales y culturales. No quería instalarse en el conformismo y estaba dispuesto a meterle mano a lo que le echaran.

Con esa disposición afrontaba cada día y se repetía una y otra vez a sí mismo ¿cuándo llegaría su oportunidad? Tenía que mantenerse sereno y no le gustaba dilatar las cosas, pero tampoco pretendía ser un ciclón que irrumpiera en el escenario arrasando todo cuanto encontrara en su camino.

Había aprendido a encontrar el equilibrio entre la obligación y la diversión, sabiendo administrar el valor de la medida, la virtud de lo doméstico, el placer de la buena mesa, la suerte de la diferencia y lo tenía claro, estaba dispuesto a lo que fuera al igual que otros seis millones de compatriotas.
                            

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