Imagino que a ustedes les pasará como a mí, que cada mañana separan pacientemente el heno de la paja de las noticias. Es decir, la demagogia farfullera de las realidades absolutas. Yo me siento a desayunar bien temprano y desde esta misma pantalla donde estoy tecleando estas palabras, oteo el horizonte de la actualidad, eso sí, con menos interés cada vez. Las declaraciones de nuestros políticos son muchas veces como esa tinta con la que el calamar enturbia las aguas para huir de sus enemigos. Lo malo es que el enemigo, otras tantas veces, hace lo mismo y convierte el mar en una oscuridad de olas ciegas donde los pobres peces como usted y como yo, nos sentimos perdidos. En este fuego cruzado de demagogias me indigno con el asunto de las tres comidas para los niños andaluces.
Unos que quieren garantizar que todos los niños hagan por lo menos tres comidas decentes. Otros que vaya la imagen que vamos a lanzar de nuestra comunidad. Unos que la imagen es lo de menos y que lo importante es el bienestar social. Otros que ésta es la situación a la que nos han llevado treinta años de malos gobiernos. Y así, van tiznando nuestro ánimo con esta tinta densa y malintencionada que oscurece las buenas intenciones.
Yo no sé si realmente nuestros niños pasan hambre. Lo que nuestros padres nos contaron que era pasar hambre es algo muy serio, algo que no hemos vivido nada más que en la imaginación. Y quiera Dios que no sea lo que nuestros niños estén pasando. Pero carencias estoy segura de que sí. No hace falta hacer estudios ni estadísticas. Observen los carros de la compra de cualquier hipermercado, y verá que hay mucho cereal, pasta, patatas y demás productos básicos que son baratos y cunden mucho. Pero poca carne, poco pescado fresco, poca verdura fresca… Los bolsillos no están para más y muchas familias tienen que acudir a la ayuda de la caridad, y la caridad no está para lujos. Que cada vez son menos los que pueden ayudar y más los que necesitan ayuda, como me contaba el otro día mi querida Aurora Genovés, voluntaria del Banco de Alimentos.
Y todo esto, señores, sí que repercute en la salud de nuestros niños. Niños que deben ser la prioridad para los de un lado y los de otro. Así que déjense de demagogias, que el hambre es dura y cuidadito que no respeta ni a los pulpos.
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