Quienes afirman que la reducción del gasto público es la vía para salir de la crisis o bien mienten o bien, y creo que será esto segundo, son legos en la materia. Quede constancia antes de nada que no pretendo discutir la necesidad del ajuste fiscal, ya que debe hacerse cuanto antes mejor, además de bien. Dos economistas norteamericanos, Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart, han demostrado con datos históricos de más de cien países que si el peso de la deuda pública sobrepasa el 90% del PIB el crecimiento futuro de la economía se puede recortar entre un 1% y un 2%, lo que implica menos actividad y más desempleo. Así pues, recalco, no discuto lo pertinente de mantener a raya el déficit, recortarlo más bien, sino que discuto en estas líneas que sea la medicina necesaria para salir de la crisis.
Busquemos una analogía nada agradable. Suponga que usted cae enfermo. Imagínese una enfermedad grave, y que entre otros muchos síntomas que padece, uno de ellos es una fiebre continua y elevada. Es evidente que si visita al médico, éste después de evaluar su enfermedad, intentará reducir la fiebre además de intentar solucionar el problema de base, su enfermedad. Le dirá que de fiebre puede fallecer. Lo que nunca hará un médico que se precie de serlo, será intentar aliviar tan sólo la fiebre, argumentando que de esta manera usted se curará.
Pues si se imaginan esto, digamos que aquellos que diariamente nos dicen que con ajuste está todo hecho están confundiendo fiebre con enfermedad. Hablo tanto de aquellos que nos gobiernan, ahora y antes, como quienes les secundan desde distintos medios de comunicación. Es verdad que algunos hablan de la necesidad de reformas. Pero en el discurso subordinan de tal modo dichas reformas al ajuste en el gasto público y a la elevación de impuestos, que dicho discurso queda tan empobrecido como simplificado.
Insisto, la cuestión no está en si es procedente bajar o no la fiebre, sólo afirmo que no es el remedio para la enfermedad que la economía española, andaluza y sevillana padecen. Para salir de la crisis lo único que tenemos que hacer son dos cosas: aplicar profundas reformas estructurales en numerosos ámbitos socio-económicos, entre ellos la Administración, y esperar. ¿Esperar a qué? Simplemente que hagan efecto dichas reformas y además a que el principal causante de la ya larga duración de la crisis desaparezca: el endeudamiento privado.
El ser humano, en especial el español, es tendente a acusar a otros de sus males. Nos olvidamos de que, con la participación de un sistema financiero irresponsable, desleal y en muchos casos presuntamente delictivo, esta crisis la hemos causado nosotros, el sector privado. A día de hoy la deuda de las familias y empresas asciende a unos 900 y 3.200 mil millones de euros respectivamente, unas 4 veces el PIB español. La deuda pública es aún inferior, alrededor del billón de euros, un billón de euros, casi el 100% del PIB, y gran parte ha sido generada en los últimos años para compensar la caída del consumo y de la inversión. Como consecuencia de la fuerte expansión del crédito y del endeudamiento de años pasados, hoy las familias y empresas necesitan dedicar gran parte de sus ingresos a devolver parte de esta deuda. Sólo mejorarán las cosas si disponen de ingresos suficientes como para reactivar la economía mediante compras e inversión.
Y aquí viene lo pertinente de las reformas. Porque hay que reducir el desempleo e incrementar el flujo monetario de la economía (no necesariamente el crédito).
Por lo tanto, la reducción del gasto público es una consecuencia necesaria de unas Administraciones Públicas nada frugales, pero no una causa de la crisis. Éstas, al igual que las familias y las empresas se acostumbraron a vivir de unos ingresos (fiscales) que no eran estructurales, sino coyunturales. Al igual que las familias y las empresas, en cuanto la marea bajó, las Administraciones Públicas mostraron sus vergüenzas. La sobredimensión de las Administración y su falta de eficiencia quedaron al descubierto, de ahí la necesidad de un profundísimo ajuste necesario. Deben adaptarse a la nueva situación. Pero decir que así saldremos de la crisis es tan iluso como pensar que hay vida en el Sol.
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