Es para risa (nerviosa): el señor Rajoy ¿a quien quiere engañar? Anuncia bajar impuestos para dentro de un año. Temblemos. Su promesa de no subirlos se quebró ante la realidad de la acción posterior; aunque se justifica en un fingido “no ha hecho lo que le gusta, sino lo que España necesita”. Entonces ¿por qué prometió lo que -según dice ahora- España no necesita? ¡Qué falta de información la nuestra! No sabíamos que España necesita provocar miseria o escatimar la vivienda al ciudadano. Lástima de peces, ya se dice: en boca cerrada no entran… anzuelos. El Debate del Estado de la Nación se ha quedado en discurso electoralista, fuente de nuevas promesas a incumplir y falsas esperanzas para la ciudadanía. La raquítica idea de España que ostenta el Presi, tiene mucho que ver. Y comentar. Porque si España ha sacado ya la cabeza de debajo del agua, no serán españoles los seis millones de parados y los miles en espera de nuevos EREs.
Menos mal que vamos a crecer a partir de 2014. No como hasta ahora, que la media se haquedado por debajo del metro ochenta; el año próximo todos jugadores de baloncesto. Es la única posibilidad de crecimiento que nos ha dejado ese “bluf” financiero renombrado como “los mercados” después de desmantelar la industria y dejar en menos del diez por ciento el número de entidades bancarias, para reducir costes a las supervivientes y traer más EREs.
Si el Presi está pensando en crear otra burbuja inmobiliaria, mejor que vayamos cogiendo el hatillo; porque la única forma de crecimiento racional y duradero es la productiva: agricultura, ganadería, pesca, industria, comercio. Y eso es lo que la mal llamada “Unión” Europea y el tan perjudicial euro nos han quitado y nos siguen quitando. Sin actividad productiva mal puede crecer un país. Se pueden anunciar medidas con las que engañar una vez más al electorado; se pueden crear falsas expectativas para mantener entretenida a la gente, dado que ya no basta la masiva retransmisión de partidos de fútbol, como bien puede comprobarse. Pero prometer crecimiento económico después de haber potenciado el desmantelamiento industrial en beneficio de las grandes corporaciones; después de la subida de impuestos, en perjuicio de los precios y de la inversión; después del “tasazo” judicial, para dejar por los suelos el derecho constitucional a la Justicia; después de condenar a miles de personas a mal vivir hacinados; después de todo esto, resultaría cómico, si no fuera dramático, lanzar nuevas promesas. Por más que se cuente en el hemiciclo con la “cla” de los propios, prestos a crear ambiente con sus aplausos.
Su discurso para recuperar a la ciudadanía ha traído nuevos motivos que recriminarle dentro de un año. Esperar un año para bajar los impuestos es alargar la ya larga agonía del comercio y la industria, es animar el cierre de empresas, es aumentar el paro y, con todo ello, alejar indefinidamente la posibilidad de recuperación. España, según Rajoy, no es un país corrupto, a pesar de la parte visible de los iceberg descubiertos. Con paro, tasazo, copago y sin viviendas, “es un país justo”. Ejemplar, el sentido de Justicia de que puede presumir el presidente. Apañaos vamos.
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