Notas de un lector

Carmen Pinteño, tan cercana

Carmen Pinteño en la estela indaliana -se ha definido como “la depurada herencia de los indalianos”-, ha sabido construir una obra sólida y personalísima

Tan cercana a quien esto escribe, pero también a Arcos. Aquí ha expuesto su obra, y hay cuadros suyos en numerosas casas arcenses. Lo recuerdo y lo traigo a esta página -la recuerdo y la traigo a esta página-, porque acaba de ver la luz un libro precioso (y voluminoso: más de 200 páginas) titulado “Carmen Pinteño. Pintora almeriense”, debido a la pluma de Mª Carmen Fernández de Capel Baños, nacida en Almería, licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Granada, que ha desarrollado en el campo de la crítica pictórica una intensa actividad como articulista, conferenciante y autora de libros.

     Este que me ocupa es, sin duda, uno de los mayores empeños en su trayectoria. Carmen Pinteño (Huercal-Overa, 1937) ha llevado a cabo una tarea ingente, incesante, múltiple pero coherente, y afrontarla con visión panorámica y, al par crítica, no es propósito fácil. Pero Mª Carmen Fernández lo ha hecho, y ha organizado su trabajo a través de un esquema que, partiendo de la biografía de la pintora estudiada, analiza su personalidad artística y su conexión con otros estilos, sus técnicas, sus temas (personajes, maternidades, tierras, bodegones) y series (la lorquiana, la de Cabo de Gata, la de Indalecio y el siglo XX y la de los misterios del rosario), recopilando luego mucho de lo que se ha escrito sobre la gran pintora.

Y, en este punto, vuelvo a mi título y mi arranque. Porque el libro se abre con el soneto alejandrino que, años atrás, le dedicara Carlos Murciano, titulado “Contemplando unos lienzos de Carmen Pinteño (“En estos lienzos fuiste dejando tu ternura,/ quebrando tu alegría de niña lastimada/ por la mano terrible del mundo y de sus cosas”…), y, páginas adelante, se reproduce al airoso romancillo que le brindara Cristóbal Romero (“La luz que la alumbra/ e invoca el recuerdo,/ modera su mano./ Y Carmen Pinteño, pinte lo que pinte/ va pintando el tiempo”). Sí, tan cercana a nosotros, era lógico que Carmen recogiera en sus manos, como un regalo floral, los versos de los poetas arcenses.

     Carmen Pinteño en la estela indaliana -se ha definido como “la depurada herencia de los indalianos”-, ha sabido construir una obra sólida y personalísima. Siempre he pensado que, en el arte, como en las letras, encontrar el propio acento, la propia voz, es esencial. Uno, ante un lienzo, sin firma, puede decir, sin temor a equivocarse: “Esto es Picasso. O El Greco”; ante unas páginas sin firma, uno puede decir: “Esto es Lorca. O Góngora”. (Cito al azar, pero no al albur). Ante un lienzo sin firma de Carmen Pinteño, uno no dudaría en atribuírselo.

     Sus temas -dicho queda- pueden ser, y son, muy varios. Pero su mano es una. Su mano sabia, creadora, incansable. Esa mano que va del realismo a sus hondas raíces (no al costumbrismo), sin vacilar ante la crudeza que la vida puede ofrecer a sus ojos, pero de la que siempre acabará brotando la ternura.

     La Junta de Andalucía, la Diputación Provincial y el Museo de Almería, han colaborado, con buen criterio, para hacer posible esta oportuna edición.

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