Babá Diawará comienza a preocupar a diestros y siniestros. Ofrece síntomas de jugadores pasados, precisamente de no gratos recuerdos. Poca presencia sobre el césped y con el balón en los pies no es que ande muy boyante. El senegalés se está posicionando en la ingrata comodidad.
“Intenté aprovechar mi oportunidad en Vigo. Estoy tranquilo, no tengo nada con el entrenador. Hay que continuar trabajando. No hay nada fácil”, comentaba ayer el delantero en sala de prensa. Al menos es sincero. Él mismo sabe que la opción que tuvo en Balaídos no va a aparecer todos los días, porque Míchel sí castiga la parsimonia y la escasa voluntad de los jugadores que parten desde el banco y no aprovechan sus oportunidades. Es por ello, que el técnico madrileño terminara cabreado con el ex del Marítimo tras el choque del pasado fin de semana. Aún así, el punta, rápido de reflejos, supo echar un capote ante la obligada pregutna sobre su relación con el míster. “Me da mucha confianza. Habla conmigo y me siento bien”, dijo sobre Míchel.
Escuece esta situación en la dirección deportiva del Sevilla. Babá llegó con la vitola de futura promesa, con el cartel de jugador que tras aclimatarse debería sumar. Monchi y su equipo expuso su confianza en él, además de 3 millones de euros sobre la mesa del conjunto portugués. Pero, el sustituto a priori para paliar la baja de Luis Fabiano no está rayando al nivel esperado. En enero se cumplirá un año desde su llegada y lo más que ha hecho es aprender algo, no mucho, de español. ¿Cuestión de oportunidades?
A gol por millón de euro, al menos hasta la fecha
Llegaba Babá procedente del Marítimo de Funchal por tres millones euros el pasado enero. Misma cifra que goles anotados con la camiseta del Sevilla en trece partidos, tres como titular y sólo uno completado. Poco o nada demostrado. Aún, muchos piensan que para esto mejor haberse quedado con Rodri.
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