El domingo, 10 de junio, el crítico musical Oriol Llopis presentó sus memorias en La Caja Negra, de la mano de la editorial 66 RPM, rodeado de familiares, amigos y compañeros de profesión.
La Magnitud del Desastre, memorias de un critic music poco fiable es la obra en la que el genial catalán da un repaso a su vida y a sus vivencias profesionales. Según sus propias palabras: “No se trata de una recopilación de entrevistas a grandes músicos ni una sucesión de artículos escritos por mí en diferentes revistas, se trata de contar mis experiencias y vivencias en este complicado mundo de la música en las últimas décadas”. Calificó su existencia como un “magnífico desastre en el que ha habido cosas buenas, menos buenas y malas”.
En la presentación estuvo arropado en la mesa por Alfred Crespo, representando a la editorial; Dogo, mítico músico sevillano y amigo personal; Andrés Herrera, Pájaro, que dejó su impronta en su alocución y confesó verse reflejado en este libro; Joaquín Aneri, uno de los responsables de Happy Place Records, que calificó como de “auténtico lujo” poder estar ahí; y Clemente, que recordó la época en la que Oriol daba clases magistrales de música en la revista Vibraciones.
La intervención del autor fue breve pero clarificadora de lo que se encontrarán los lectores al acometer esta pequeña joya de la historia de la música española.
Oriol Llopis explicó por qué se hizo crítico musical y dijo: “A mí lo que me hubiera gustado en la vida es ser músico pero, como era imposible, busqué la forma de estar más cerca de este mundo y por eso me hice critico musical”.
La impecable organización por parte de los responsables del local y de la editorial, con May González a la cabeza, hizo de esta presentación un acto entrañable que, por momentos, fue convirtiéndose en una auténtica fiesta de la literatura y el rock&roll.
Todo empezó a eso de las nueve de la noche en un ambiente tranquilo que fue calentándose a medida que los invitados iban haciendo acto de presencia. Oriol no quería un acto al uso en el que tuviera que estar aparte de la gente: quería interactuar con el público y a fe que lo consiguió.
Una vez terminadas las alocuciones de los elegidos para formar parte de esa mesa, Oriol se dispuso a firmar ejemplares de su obra y tuvo la genial idea de regalar un disco de vinilo, a elegir entre una montaña que se trajo bajo el brazo, a todos los que compraran un ejemplar.
La banda de La Caja Negra, con Pájaro a la cabeza y acompañado por Raúl Fernández, Roque Torralva y Pepe Frías rompió el hielo con una actuación llena de emotividad en la que no faltaron los temas más significativos del rock sevillano. A continuación, su amigo Dogo dio una clase magistral, acompañado por Charlie Cepeda y José Suero, que hizo que la temperatura, ya de por sí alta, subiera.
Colaboraciones como las de Manuel Imán, Quentin Gas o Loren, entre otros, dieron aún más lustre a un acto que fue ganando en emotividad a medida que las agujas del reloj caminaban hacia la media noche.
Al final del acto, en un escenario todavía caliente por el tsunami de decibelios que allí se desbordaron, la pintora sevillana Ángela Oliva hizo entrega a Llopis de un cuadro especialmente realizado para él, en el que no podía faltar María, su mujer, y una guitarra.
Con los ojos vidriosos y el semblante feliz se retiró a su nueva residencia sevillana donde seguro recordará con especial cariño todas las muestras de reconocimiento que el domingo Sevilla le brindó.
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