Entonces, anoté que su decir ya destacaba por la transparencia que acompañaba a un verso muy bien ritmado, emocionante y turbador, y que su libro era presagio de cotas líricas aún más altas.
Ahora, ve la luz “Actos de amor” (Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes. Col. Universidad Popular José Hierro. Madrid, 2011), con el que el autor granadino consiguiera el XXII Premio de Poesía Jose Hierro.
Si en su anterior entrega, el conjunto venía signado por el tono elegíaco que confería la pérdida fraternal, en ésta, la lección aprendida del pasado sirve para afrontar un presente de heridas que parecen cicatrizar lentamente. Y un futuro, donde la vida es temor, anhelo y agradecimiento.
El título del poemario resulta equívoco respecto de su contenido, pues no es este un volumen estrictamente amatorio, sino una hilera de contemplativas reflexiones, donde el yo poético asume sin ambages su condición racional y parte desde una libertad sensible y voluntaria en busca de la verdad de su existencia: “A veces es preciso regresar/ a los lugares donde fuimos infelices/ y abrir allí la herida y respirarla / y ser el hombre roto que perdura/ con muerte muy adentro de nosotros,/ lo mismo que el terror en la belleza”.
Dividido en cuatro apartados, “De la misericordia espirituales”, “mundo”, “Carne” y “De la misericordia corporales”, el conjunto se articula como un proceso de superación personal. A través de una honda espiritualidad, el poeta aspira a testimoniar una convergencia de voluntades que autodefinan su propio ser. Semejante propósito, viene de la mano de un lenguaje vigoroso, agudo, que extrema la intensidad discursiva: “Vivir es siempre más que darse cuenta./ Amor es siempre amor porque no sabe/ de amor quien no se pierde en el distinto/ misterio de otra carne incomprensible”.
Joaquín Benito de Lucas, miembro del jurado que otorgó a este libro el citado galardón, afirmaba en la presentación del mismo, que estamos ante un poemario “de largo recorrido, pues se dirige desde lo más profundo del ser y su identidad cambiante hasta la realidad verdadera que la vida ofrece”. Visión, sin duda, certera, pues cuanto aquí se canta y se cuenta evidencia esa luminosa tensión que pretende desnudar el alma para mantener alerta la renovada conciencia.
“Pensé que era mejor poner mi vida/ muy lejos de las cosas que he querido”, escribe Praena. Y sin embargo, la memoria de cuanto Amor engendró, las remembranzas de cuanto signaron la dicha, no le permiten alejarse tanto como su corazón pretendiera: “Tu mano entre mi mano/ latiendo con el pulso retroactivo”.
En su coda, el poeta granadino, pareciera inaugurar un tiempo y un espacio muy distintos: “Querida hermana mía: ha regresado/ de nuevo la esperanza (…) No he vuelto a herirme más. Son solo uno/ los hombres que ahora soy y el que no he sido”, anota en el poema “Volver”. Y esa vuelta a la vida, tiene en “Emmanuel” la máxima y bella culminación de un libro rotundo y solidario: “Y tú serás la más honda alegría (…) Tú, con tus 4 azules años,/ el hijo de mi hermana, mi otra alma;/ mi amigo, mi Emmanuel, el compañero/ del siglo que sin ti no emprendería”.
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