La coalición de las familias políticas proeuropeas que ha sostenido a la Unión Europea durante décadas afronta una de las semanas más delicadas de su historia ante la ruptura de puentes entre populares y socialdemócratas a cuenta de la aprobación de la nueva Comisión Europea, incluyendo el cargo de la española Teresa Ribera.
Lo que suceda en los próximos cinco días en Bruselas será clave para determinar si el Parlamento Europeo puede celebrar el miércoles 27 el voto de aprobación del nuevo Ejecutivo en su conjunto para que éste pueda empezar mandato el 1 de diciembre y, desde un prisma más amplio, para la supervivencia de la coalición.
Aunque la relación entre populares y socialistas haya saltado por los aires esta semana, la tensión venía acumulándose desde septiembre, cuando el Partido Popular Europeo usó por primera vez su mayoría con los Conservadores y Reformistas, los Patriotas por Europa y la Europa de Naciones Soberanas para sacar adelante una resolución sobre Venezuela.
En teoría, el PPE defiende que su base para alcanzar acuerdos es la histórica coalición con socialdemócratas y liberales a la que en julio se sumaron también los verdes para dar a Von der Leyen un segundo mandato en la Comisión Europea.
En la práctica, sin embargo, en los últimos dos meses el PPE ha recurrido a la mayoría alternativa para el voto de Venezuela, para una resolución sobre presupuesto o para debilitar la ley de deforestación de la UE, así como para otras decisiones administrativas.
Los socialdemócratas habían observado con recelo estos movimientos, pero ha sido el bloqueo popular a Ribera lo que les ha hecho amenazar con levantarse de la mesa y con romper la cooperación entre grupos proeuropeos.
En el núcleo de los desencuentros de la semana pasada está la luz verde a los seis nuevos vicepresidentes de la Comisión y al comisario húngaro, una decisión secuestrada por los vetos cruzados de los populares a Ribera, por un lado, y de los socialistas al vicepresidente italiano, Raffaelle Fitto, y al comisario húngaro, Olivér Várhelyi, por el otro.
Empujado por el PP español, que considera a la española responsable de la tragedia de la dana en Valencia, el PPE se niega a darle luz verde a Ribera hasta que ésta no explique su gestión en el Congreso y se comprometa a dimitir en el caso de resultar encausada por ello.
Además, aunque su mayoría de derechas les permitiría aprobar individualmente a Fitto y a Várhelyi, quieren que los socialdemócratas también se sumen a su validación para evitar la imagen negativa de una coalición entre populares y extrema derecha de cara a las próximas elecciones en Alemania, donde los partidos progresistas podrían echárselo en cara durante la campaña.
Los socialdemócratas consideran una afrenta que estos dos perfiles procedentes de gobiernos ultraconservadores se coloquen a la misma altura que Ribera o el resto de vicepresidentes: arguyen que pertenecen a partidos externos a la coalición que sostuvo a Von der Leyen y quieren rebajar las carteras que se les han atribuido.
En el caso de Fitto, el problema no es con su perfil sino con que haya sido designado vicepresidente -una elección personal de Von der Leyen-, mientras que a Varhelyi le quieren restar competencias para rebajar la influencia que pueda tener como enviado de Viktor Orbán en Bruselas en áreas como la salud reproductiva de las mujeres.
"Evidentemente, ellos tienen dos mayorías posibles y nosotros no, pero lo que tampoco vamos a permitir es que nos utilicen simplemente para que él (Weber) blanquee su cara y pueda salir de vez en cuando diciendo que hay que hacer un cordón sanitario cuando en el día a día hace exactamente lo contrario", decía esta semana una fuente socialista apuntando la posibilidad de romper esa coalición.
Una ruptura total abocaría a un eventual voto de la nueva Comisión Europea (y posterior legislatura entera) en el que el PPE necesitaría recurrir a la coalición con la ultraderecha.
De cara a los próximos días los contactos podrían reiniciarse de manera discreta desde mañana lunes, pero varias fuentes parlamentarias apuntan al miércoles 20 como la jornada en la que las tres partes de la coalición volverían a sentarse en busca de un acuerdo. El primer intento, que fue este miércoles con la presencia de la propia Von der Leyen, no prosperó.
De no lograrse, se abre un territorio desconocido para el Parlamento Europeo: algunos eurodiputados manejan en privado que se forzasen votos individuales para todos los candidatos para que todos los grupos políticos se vean obligados a pronunciarse.
Esta opción, que también dificulta celebrar el voto final en la última semana de noviembre como está previsto, complica las cosas a Teresa Ribera, pues no tiene mayoría posible sin los populares.
No obstante, la decisión final de retirarla correspondería a Pedro Sánchez y en teoría sería posible llegar al voto del conjunto de los comisarios con un miembro de la nueva Comisión Europea que no tiene el respaldo de las comisiones parlamentarias que le han examinado.
En ese caso, la incógnita sería cómo votarían los populares a un Ejecutivo en el que esté Ribera y los socialistas a uno en el que figuren Fitto y Várhelyi.
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