Con el odio por bandera Trump ha convencido a 69 millones de personas. El odio que enarbola el ya presidente se pasea a lomos de la xenofobia furibunda, de la misoginia desatada, del racismo más hiriente. Y se alimenta de mentiras y bulos que cualquier persona de sentido común considerarían un insulto.
El odio cabalga sobre el dolor y la desesperación de las personas, para difundir bulos, manipular, elaborar mentiras, aunque sean descabellas. No es por deporte. Es una estrategia de la que participan las organizaciones ultras, o la derecha de siempre o los medios y personajes tóxicos de los mismosSus consecuencias son la fractura de la sociedad, el crecimiento del autoritarismo, el debilitamiento de la democracia y el peligro de la violencia contra el contrario. Ese es su proyecto de país. Y da miedo.
El triunfo de Trump es una desgracia para la humanidad. La ola reaccionaria y antisistema se hace con el país más poderoso del planeta y desde ahí se apoyarán todas esas políticas ultras en el conjunto del planeta. Por eso, en Europa todas las ultraderechas han celebrado su triunfo con júbilo, se sienten más legitimadas y respaldadas. Son los mismos que apoyan a Putin o a Netanyahu. Curiosa paradoja en antisemitas declarados.
Pero por el contrario el triunfo de Trump tendrá sin duda graves consecuencias para Europa, que debiera ya, igual que España, deshacerse de la influencia estadounidense, y explorar vías de política internacional basadas en la paz y los derechos humanos.
El odio cabalga sobre el dolor y la desesperación de las personas, para difundir bulos, manipular, elaborar mentiras, aunque sean descabellas. No es por deporte. Es una estrategia de la que participan las organizaciones ultras, o la derecha de siempre o los medios y personajes tóxicos de los mismos. Y su objetivo es siempre debilitar al gobierno legítimo para sustituirlo por quienes idolatran a Trump, a Milei o Le Pen.
Da un poco de repugnancia esa utilización del dolor y el duelo de las personas. Inundan las redes sociales de bulos y mentiras, amplificadas por terminales mediáticas ultras, pero de gran impacto, como el tal Iker Jiménez, el Pablo Motos o la Ana Rosa Quintana. Ellos siempre saben con certeza de que lado caen las responsabilidades de cualquier cosa, sea una catástrofe, una pandemia, un volcán o un autobús que se despeña.
El odio que destilan es un peligro para la democracia y para el futuro de los derechos de todos los ciudadanos y sobre todo de todas las ciudadanas. Si queremos saber cómo irían las cosas si ellos llegaran al Gobierno no hay que irse muy lejos, a Argentina o EE.UU., miremos el espejo de Madrid, Andalucía o País Valenciá.
Las gentes de bien no podemos permanecer indiferentes ante esta ola de mentiras ultras que infectan y corrompen la vida social. Tenemos que saber responderles con los datos reales, comprobados. Tenemos que tener cuidado con no difundir noticias o videos que no sepamos su origen y que no estén contrastados. Y activarnos para defender los derechos humanos y la democracia amenazada.
Pero a el discurso y las políticas del odio también se las derrota con más igualdad, más derechos, más justicia y más democracia.
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