Cuando estaba en su Siberia natal, Alisa Sibirskaya empezó a "dibujar con la luz" para recrear escenas de antiguos maestros con un resultado equívoco entre fotografía y pintura que se puede contemplar desde este jueves en una exposición instalada en el Museo Ruso de Málaga.
"El mejor periodo de la profesión es cuando estás empezando y nadie espera nada de ti, recorriendo pequeños pueblos de Siberia para recrear escenas de Vermeer, junto a amigos y con trajes hechos a mano, cuando era el momento de inventar", ha afirmado la fotógrafa en la presentación de la muestra.
La ciudad siberiana donde nació y creció estaba "a tres días en tren de Moscú", donde podría haber conocido las obras maestras de los museos de la capital rusa, pero eran unos años, la década de los 90, en los que "no era posible viajar", ha lamentado.
Ver reunidas estas 55 obras en el Museo Ruso de Málaga le permite "reflexionar sobre lo ya hecho" y comprobar "en qué punto" se encuentra "antes de seguir adelante".
Sibirskaya ha precisado que este apellido artístico significa "de Siberia", porque la región rusa en la que pasó sus primeros años forma parte de su "identidad", y considera que el lugar donde se nace y se crece "condiciona" al creador.
"Es un sitio especial, lleno de belleza y de romanticismo. Es mi tierra y la adoro, pero nací en un lugar aislado en medio de Siberia, donde falta calor y color, y el invierno dura nueve meses del año".
La artista se formó a partir de los 5 años en una escuela de música y, desde los 16, en otra de teatro. "En realidad, nunca he cambiado mi profesión, solo la herramienta. Primero fue el violín, después, el cuerpo y ahora, la cámara".
Considera que la fotografía es "una síntesis de varias artes", a la que se le pueden aplicar incluso "técnicas del teatro psicológico ruso".
Sobre la frase que señala que "un fotógrafo siempre es un pintor frustrado", ella asegura que no es su caso, y que con estas fotografías no buscaba "acercarse a la pintura", pero "son dos ramas tan juntas, que es normal que se fusionen".
"La fotografía es dibujar con la luz, y no hay un lugar mejor para verlo que los museos de arte clásico, con las obras de los grandes maestros del pasado, porque cada pintor tenía su propia luz, Rubens, Rembrandt o Caravaggio, que radicaliza el claroscuro llevándolo al tenebrismo".
Además de su faceta artística, Sibirskaya desarrolla una labor de activista, como opositora del régimen de Putin en Rusia y defensora del colectivo LGTBI, lo que le llevó a abandonar su país en 2013 y a instalarse primero en Madrid y después en Barcelona, donde reside todavía.
"Mi arte no es activista, de clavarme en la Plaza Roja, sino que hablo de cosas más íntimas, pero la situación actual influye en las obras, evidentemente".
Dejó Rusia después de aprobarse las primeras leyes contra el colectivo LGTBI, porque ya entonces "se intuían los problemas" que sufrirían sus miembros, que "no podrían tener un futuro digno".
"Ahora, las personas de la comunidad LGTBI están consideradas extremistas, es algo que está penalizado, tu familia no te acepta, no puedes decirlo, ni tener una pareja estable o hijos en común", señala Sibirskaya, que siente que la fotografía "tiene un efecto terapéutico" y recibe "una recompensa emocional al ayudar a estos colectivos".
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