Esta investigación, iniciada en el río Guadiamar en 1998, tras el vertido minero de Aznalcóllar (Sevilla) que contaminó estos terrenos con aguas ácidas y metales pesados, y proseguida años después en experimentos de invernadero, ha demostrado que la encina absorbe grandes cantidades de cadmio y, además, lo retiene en sus raíces.
Ello evita que, a diferencia de otras especies, el cadmio pase a las hojas y de ellas, a la red trófica, lo que reduce la expansión de este metal por la erosión y la contaminación de arroyos o zonas húmedas así como su ingesta por animales y su transferencia a la cadena alimentaria.
Los investigadores del IRNAS Teodoro Marañón y José Manuel Murillo han destacado a la Agencia EFE que este trabajo, que publica en su próximo número la revista Chemosphere, es de gran utilidad para una aplicación más correcta de las técnicas de fitorremediación en suelos contaminados, en especial en la zona mediterránea, hábitat de referencia de la encina.
Este estudio, en el que ha destacado la contribución de Maite Domínguez, para quien ha servido como base de su tesis doctoral, premiada por la Universidad de Sevilla, ha analizado la respuesta de árboles y arbustos mediterráneos a la contaminación del suelo por metales pesados, para dirimir cuáles son los más apropiados para restaurar zonas degradadas.
La revegetación de zonas contaminadas por metales pesados es fundamental para lograr una adecuada estabilización del suelo que evite una posible dispersión de contaminantes por erosión o escorrentía.
Sin embargo, no todas las especies son adecuadas para ello pues se requieren plantas capaces de tolerar la contaminación y de retenerla en el suelo o en su raíz, para evitar que se acumule en las partes aéreas, donde pueden ser ingeridas por los herbívoros.
Estos investigadores han estudiado el comportamiento de especies de árboles y de arbustos plantados en la zona afectada por el vertido minero de Aznalcóllar, uno de los peores episodios de contaminación en Europa en las últimas décadas, y en experimentos de invernadero donde han sometido a las plantas a dosis extremas de elementos tóxicos.
Estos estudios han determinado la eficacia de la encina en la retención de cadmio, un metal pesado que causa efectos tóxicos en los seres vivos aun en concentraciones relativamente pequeñas y que se transfiere más fácilmente del suelo a las plantas que otros elementos también tóxicos como el plomo o el arsénico.
Otras especies, como el álamo blanco o el sauce, también absorben el cadmio pero no lo fijan en sus raíces sino que lo acumulan en sus hojas, y así lo dispersan al caer las hojas al suelo desde donde se puede extender a la flora y fauna.
Estos investigadores han destacado que a la ventaja de fitorremediación que ofrece la encina para estabilizar el cadmio se une el hecho de que es una planta mediterránea y de un gran valor ecológico por su papel clave en el funcionamiento del ecosistema.
Aunque no es el objetivo de este trabajo, Marañón y Murillo han recomendado que se siga monitoreando la zona afectada por el vertido de Aznalcóllar pues pese a la buena evolución de la reforestación efectuada y la relativa estabilización de los metales pesados, la contaminación metálica permanecerá en estos suelos durante siglos por lo que conviene realizar un seguimiento de su evolución, máxime tras el cambio de uso que ha transformado antiguos cultivos en un embrión de bosque mediterráneo.
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