Vivimos en unos tiempos en los que se demoniza el azúcar, se le relaciona con la enfermedad y se receta que para permanecer sano es necesario no consumirlo. Los seguidores de esta postura no hacen distinciones entre el dulce de pastelería tradicional y la bollería industrial, los meten en el mismo saco, perjudicando a este sector que tanta alegría nos proporciona. Asomarse al mostrador de una buena pastelería es uno de los placeres que conservamos desde la infancia, elegir uno, teniendo que dejar atrás a los demás, una decisión difícil que sólo consuela el saber que volveremos otro día. Una costumbre tradicional es comprar dulces los domingos para comerlos sentados alrededor de una mesa con la familia mientras tomamos café. Es uno de nuestros momentos de “hygge” danés, en los que nos dedicamos a pasar un rato de convivencia apacible, conversando con nuestros seres queridos. Los daneses defienden estos ratos de tranquilidad y confort, no en vano Dinamarca es el país más feliz del mundo según un informe de la ONU. Lo que muchos no saben es que también es el país más dulce de Europa, porque es el que más dulce consume, no sé si tiene algo que ver, el caso es que coinciden felicidad y azúcar.
Tomar dulce no equivale a una alimentación descuidada, hace muchos años que apostaron por la agricultura ecológica en sus campos que están en los primeros puestos en este tema. Es verdad que tienen como asignatura pendiente la reducción de macro granjas de cerdos, pero es algo con lo que la ultraderecha no transige. Esto se puede entender sabiendo que este país no es de mayorías absolutas, tienen muchos años de experiencia en los gobiernos de coalición y en estas agrupaciones a menudo tienen que ceder ante los de extrema derecha y este es un tema sensible para este grupo que lo defiende a ultranza.
El país de Karen Blixen (“Memorias de África”), tiene jornadas de trabajos semanales de treinta y seis horas, porque defiende el tiempo para dedicar al ocio, a sentarse en la estación más fría delante de la chimenea.Sus inviernos son largos y duros, muchos días sólo tienen cuatro horas de sol, pero ellos han aprendido a disfrutarlos.
El país más feliz, el más dulce de Europa es un modelo democrático y cívico, en el que las madres disfrutan de dieciocho semanas después de la maternidad.
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