La verja tridimensional que separa Melilla y Marruecos se convierte, a la altura del arroyo de la Mezquita, en cuatro compuertas que están siempre cerradas. El diluvio del domingo obligó a abrirlas para que el agua, el lodo, las piedras y las maderas que arrastraban no las rompieran. En cuanto amainó, ya de madrugada, los operarios empezaron a limpiar manualmente para poder cerrar las puertas y consiguieron cerrar dos de ellas, pero quedaban otras dos atrapadas en toneladas de fango por la que irrumpieron los inmigrantes. Cuando la necesidad aprieta y no tienes nada que perder hace que estas situaciones sean aprovechadas por estos subsaharianos que no tienen miedo ni al agua, ni al frío, ni al calor ni al viento con tal de pasar al territorio español. Precisamente por este motivo más que nunca, la Guardia Civil está ahora en alerta, porque una futura oleada de inmigrantes podría acechar a esta ciudad.
Con esta situación se puede llegar a la conclusión que el problema de la inmigración no es fácil de solucionar. Ahora desde el Gobierno se apuesta por inmigrantes pero legalizados, pero a pesar de eso, las fronteras que diariamente tienen que soportar la presión por la entrada de inmigrantes, no dan a basto, y si en casos de catástrofe como la sucedida en Melilla que durante horas ha dejado a la ciudad incomunicada, también tienen que prestar atención a estas cuestiones, sin duda se puede decir que algo se está haciendo mal.
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