En 2018, al hilo de la concesión del premio Reina Sofía a Rafael Cadenas (1930), el jurado destacó que su poesía “ha sabido regalarnos dudas, certezas, palabras, reflexiones sobre la palabra”.
Sin duda que, su obra abierta, ha sido desde sus “Cantos iniciales” (1946) una noble apuesta por el cuidado del lenguaje (“La quiebra de la lengua es la quiebra de la cultura, de la sociedad y del espíritu”), por la luminosidad de su verbo y por los múltiples secretos que esconde su aparente sencillez discursiva.
En 2015, había recibido el premio Federico García Lorca y, en 2022, fue distinguido con el Cervantes, tres ejemplos, en suma, de la impronta etrascendencia de su trayectoria literaria.
Ahora, el sello Averso, edita “Cuando nace el poema”, una antología que reúne un sugerente puñado de textos donde puede hallarse un decir unitario, despojado de cualquier oropel, sereno en su intención y deudor de referentes como San Juan de la Cruz, Walt Whitman, RainerMariaRilke,Pedro Salinas…
En sus “Anotaciones”, publicadas en 1983, Rafael Cadenas remarcaba: “La poesía puede acompañar al hombre, que está más solo que nunca, pero no para consolarlo sino para hacerlo más verdadero (…) La poesía tiene que ver esencialmente con la vida, con ese hecho inefable, y es extraña como ella”.
Al par de la lectura de esta compilación, es revelador, sí, la conciencia bondadosa de su cántico, su escritura cercana a lo cotidiano, a cuanto gira en torno aaquello que cercano lo complementa y lo cobija: “Vida,/ arrásame,/ barre todo,/ que solo quede/ la cascara vacía para no llenarla más,/ limpia, limpia y sin escrúpulo/ y cuanto sostuviste deja caer/ sin guardar nada”.
En ese proceso de despojamiento, su verso sehace sólida materia, ingrávida frontera, sucesivo argumento desde el que refrendar la honestidad de una lírica donde acontece el sentimiento y donde el ayer es contrapeso de lo vigente: “Mis padres me trajeron a este lugar/ cuando eran jóvenes./ El viejo tren/ resplandece/ en la memoria./ Espero a que amanezca,/ quiero recorrer el pueblo/ y pensar que soy el mismo./ El día va descubriendo/ lentamente las casas/ divididas por la carretera./ El recuerdo se parece a este aire”.
La pulsión vital que recorre estas páginas me ha llevado hasta la acordanza de Joan Margarit, quien poco antes de su de su definitivo adiós, confesase: “Cuanto más viejo me hago, no reconozco otra aventura que valga más la pena que la propia vida”. En su poemario “Isla” (1958), Rafael Cadenas escribió a modo de pórtico: “Si el poema no nace, pero es real tu vida/ eres su encarnación./ Habitas/ en su sombra inconquistable./ Te acompaña/ diamante incumplido”.
La notoriedad de su obra sigue, al cabo,creciendo frente al asombro de cuanto es diálogo con lo universal, frente a la costumbre solidaria que alienta lo más revelador de la existencia: “Concédele al poeta,/ si la humildad no lo ha abandonado/ las palabras justas/ para su tarea: no decir lo que se espera/ sino/ ser vocero/ de la más oculta necesidad”.
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