Como estamos en un espacio de opinión y resulta que opinar es lo que cada cual piensa según su criterio e incluso según proclame su corazón, que aunque no discurra sí que desvela sus sensacionesa través de las sístoles y diástoles de sus emociones, voy a hacer lo correcto que es simplemente dejar de influenciarme por todo lo visto, escuchado y leído desde el día 7 de octubre pasado, cuando Hamás, en una incursión inesperada, repentina e inexplicable sobre territorio israelí, asesinó a 1.139 personas de acuerdo con las cifras facilitadas por la ONU.
Voy a suponer que no tengo más orquesta con la que acompañarme, que la noticia de esa batida sangrienta de la organización paramilitar palestina, para caligrafiar sobre un folio inmaculado lo que las consecuencias posteriores de la abyecta matanza, han supuesto para el equilibrado juicio de mi raciocinio.
En principio, a bote pronto, consideré razonable que esa acción criminal justificara por si misma el derecho a la defensa que le asiste a cualquiera ante un ataque de tamañas proporciones. Pero con el paso de los días esa primera impresión ha mutado lentamente y se ha convertido en un veredicto radicalmente opuesto. Insisto antes de seguir, que mi dictamen se fundamenta simplemente en la conducta de la condición humana, sin entrar en más eximentes que pudieran respaldar los acontecimientos acaecidos.
Para no convertirme en monopolista de mis conclusiones, he recurrido a la ayuda de un tercero. Un tercero al que se acude con garantías de veracidad cada vez que queremos saber el significado fiable de alguna palabra. Hablo del diccionario de la RAE. En él he buceado en busca de socorro retórico para poner nombre a eso de que aquellos polvos traen estos lodos,y he encontrado la palabra que explica reflexivamente en que se ha ido convirtiendo con el paso de los días, lo que al principio parecía una licitud procedente. La palabra es Venganza y queda definida en el libro gordo de la RAE como sucesión de actos de violencia para infundir terror. Asimismo, venganza es sinónimo de desagravio, represalia, revancha, desquite, vendetta y otros calificativos homólogos.
Para embozar las atrocidades que están cometiendo en Gaza, previamente los israelitas declararon la guerra al enemigo. ¿A que enemigo? Nuevamente el glosario castellano consultado desmonta el engaño con sus definiciones. Guerra. 1 desavenencia y rompimiento de paz entre dos o más potencias. 2 lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación.¿Dónde están esas potencias? ¿Cuáles son esas naciones? ¿Dónde están esos bandos de la misma nación? Humo. A mi criterio, aquí no hay guerra que valga. Ese cuento no se sostiene en pie ni apuntalado. Aquí lo que hay es una irrefutable inmolación de inocentes como la que sufrieron aquellos judíos víctimas de la vesania de un personaje maldito de la Historia, y que sus descendientes parecen haber velado en el olvido. Si los judíos adjetivan a esa facción palestina armada de terrorista, como tal deben combatirla. No se puede invadir un pueblo con el manual de exterminio bajo el brazo por considerar que sus escondrijos albergan asesinos. Es una abominación despreciable bombardear hospitales, privar de las necesidades elementales y quitar la vida a niños, mujeres, ancianos y hombres indiscriminadamente, abusando del poderío militar que se posee. Y más vergonzoso aún es contemplar como gran parte de la comunidad internacional da la espalda a semejante canallada.
Durante sesenta años sufrimos los españoles los crímenes de ETA y ningún gobierno optó por una invasión en el País Vasco. Ni siquiera la dictadura. ¿Que no es lo mismo? En su germen y jurisdicción seguramente no, pero en sus estrategias y sus acciones está calcado. También aquellos terroristas vivían entre escondrijos de la población vasca. También los vascongados sabían de kale borroka, de herriko tabernas, de zulos, de granadas, de bombas lapa, de pasamontañas, de 9 mm Parabellum y de objetivos independentistas. También ETA cometió incursiones fuera de sus fronteras territoriales realizando atentados en casas cuartel de la Guardia Civil en Vic y en Zaragoza. También mataron con explosiones a centenares de personas en Madrid, Barcelona y otras ciudades. También fueron ocultados y jaleados por sus adeptos. Esa hubiera sido una buena excusa para intervenir con las armas las provincias vascas. Era una evidencia tan incuestionable que aún hoy queda reflejada en los 335.129 votos que obtuvo BILDU en las últimas elecciones generales. Pero no. Los españoles, tan inculpados a veces de opresores y tiranos históricos, sufrimos aquellos duelos con resignación supra humana y vencimos a las pistolas con papeles y palabras.
La cadena Euronews contabiliza a 21 de febrero pasado 29.000 muertos en la Franja de Gaza. Hoy serán más. Esa cifra no incluye a los palestinos asesinados en Cisjordania.
Ahora lo que se avecina puede ser espantoso. Israel ha dado de plazo hasta el próximo día 10 de marzo para que Hamás libere rehenes. De no ser así, el ultimátum supone el asalto a la ciudad de Rafah, refugio postrero de 1,7 millones de palestinos. Mientras tanto, el Tío Sam y sus ad láteres, en lugar de poner pie en pared contra tanta perversidad, ya tienen reservadas sus localidades en barrera para presenciar el espectáculo. El circo romano comparado con este execrable derramamiento de sangre era Disneylandia.
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