“Las voces encendidas” (Visor. Madrid, noviembre 2010), supone el sexto poemario de este reconocido sanjuanista y juanramoniano, y ahonda en la línea ya marcada en su anterior volumen, “Caídos ángeles”.
Si entonces, el vate madrileño, desposeído de la luz y la claridad de la niñez, se metía de lleno en la piel de un ángel para recuperar la esperanza de un tiempo dichoso y latidor, es ahora su voz interior -su íntima conciencia-, la que clama y protesta ante el árido paisaje en que hemos convertido nuestro único universo: “De la tenaz y oscura cobardía/ de los días comunes,/ de las rosas robadas/ y las huellas de lobos en la nieve/ no decimos palabra”, reza su poema inicial.
Tras este desasosegante panorama, tras estos sombríos territorios malheridos por el hombre, se alza este cántico que busca despertar del letargo a todos aquellos que, siendo parte del diario acontecer, no levantan sus ánimas ni sus gargantas para gritar a favor de un tiempo y un espacio solidarios: “En la voz de la noche/ se oyen todas las voces/ que callan durante el día (…) Voces que son el eco de otras voces,/ que no se acaban de ir,/ que nos persiguen/ con paciencia de siglos”.
Al sabio uso de las tonalidades rítmicas, une Carlos Aganzo su incesante indagación acerca de los límites de la realidad y la materia de la vida. Sin dejar a un lado la emoción -hay bellos poemas que desbordan la página en su amatorio discurrir-, adorna la sobriedad de su discurso con la honda reflexión, haciendo valer la dicotomía unamuniana -pensamiento-sentimiento- de forma integradora: “A veces las palabras,/ oscuras y traidoras;/ a veces los colores/, velados y sombríos;/ a veces los sonidos infernales del mundo/ nos aturden y esconden/ la solitaria luz del corazón”.
Hombre de acción, Carlos Aganzo no se limita a extender su mirada al par de cuanto acontece en su derredor, sino que pleno de vitalismo, se torna inmediato protagonista de lo que sucede y nos invita a escuchar la esperanza entre tantas sombras quebradas: “Voces que a veces vienen de lo alto,/ vestidas de hermosura,/ y nos cantan sin miedo/ esa otra canción que nos aguarda”.
Enamorado del jazz y de sus rebeldes acordes (“Esta música negra es bella e inquietante/ como una rosa negra./ Esta música negra late al ritmo secreto/ del corazón más negro de la noche”), el poeta madrileño rinde tributo a este género y consigue que el volumen dance con la intensa pulsión de sus notas convertidas en torrente de versos: ” El jazz es una música que quiebra/ los silencios cobardes (…) La libertad del jazz es como un pájaro/ azul y jacobino “.
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