Paco Domouso recuperaba esta semana en sus redes sociales una entrevista de Andreu Buenafuente a la veterana periodista Rosa María Calaf, recordada por su excelente trabajo como corresponsal de TVE en Washington. Cuando Andreu le preguntaba por el nuevo papel de la comunicación y la importancia de las redes sociales como nuevo vehículo de información, Calaf le contestaba: “La gente cree que está informada, pero lo que está es entretenida”.
La entrevista tiene más de cuatro años -es previa a la pandemia-, y aún así, no solo no ha perdido vigencia, sino que parece hecha antes de ayer cuando admite su preocupación por el presente: “Estamos en un momento en el que la democracia se desfigura”. Lo ha dicho esta semana con otras palabras la magistrada María Jesús del Barco: “El indulto es un perdón de la pena, no del delito. La amnistía supone negar la existencia del delito y negar las funciones del Poder Judicial”.
Pero quedémonos con lo primero: “La gente cree que está informada, pero lo que está es entretenida”. Y eso es algo que no se reduce ya solo a las redes sociales, es que se ha adueñado de espacios televisivos en los que debería prevalecer el rigor informativo al espectáculo, al entretenimiento. Se ha puesto ahora “de moda” incluir en los espacios de noticias montajes musicales que adornan subliminalmente un resumen de imágenes sobre algún acontecimiento, principalmente, dramático o catastrófico. Ya no es que se pretenda el entretenimiento por encima de la información, sino que se bordea lo pornográfico, no entendido desde su acepción original vinculada al sexo, sino desde una dimensión metafórica, en tanto que “presentación abierta y cruda de una realidad que busca producir excitación”, en este caso emocional, por la vía de la manipulación.
Acabé con la misma sensación cuando vi la película documental de Jordi Évole sobre Pau Donés. Afortunadamente, el Papa Francisco fue más inteligente que el periodista catalán en su siguiente documental y solventó la encerrona con una lección de humildad, aunque en su afán provocador ha vuelto sobre sus pasos para dedicarle un nuevo trabajo al etarra Josu Ternera. No lo he visto y no puedo opinar, que es lo que está haciendo mucha gente, pero no pondría la mano en el fuego por Évole, que solo salió airoso cuando apostó por el mockumentary en torno al 23F.
No obstante, ha sido la otra pornografía, la vinculada a la presentación del sexo en busca de la excitación, la que ha acaparado un preocupante titular esta semana: La Fiscalía Superior de Andalucía ha alertado del aumento considerable de los delitos contra la libertad sexual cometidos por menores en la comunidad andaluza fruto del consumo excesivo de las redes sociales y, en particular, de las páginas de pornografía.
Este aumento de los delitos sexuales ha sido detectado por todas las fiscalías provinciales, que trasladan su “preocupación” por la “precocidad en las relaciones sexuales, la falta de control parental sobre dispositivos electrónicos y el fácil acceso a la pornografía que tienen los jóvenes en la actualidad”. Solo en la provincia de Cádiz, el número de procedimientos por agresiones sexuales a menores de 16 años creció un 25 por ciento en 2022.
La memoria de la Fiscalía no se limita solo a exponer los datos objetivos de los casos enjuiciados, sino que comparte sus conclusiones a la hora de insistir en el aumento de tales delitos, y subraya que se debe al “déficit de formación humana y ética en los adolescentes”. Habrá excepciones, y muchas, pero pónganles a elegir entre un libro y una sesión de reguetón. Como escribía Fernando Savater en Ética para Amador, “el placer es estupendo y deseable cuando sabemos ponerlo al servicio de la alegría, pero no cuando la enturbia o la compromete”, de ahí que invite a ser “prudentes” y “fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética”. Puede valer como introducción frente a ese déficit de formación ética al que aluden los fiscales. No debe faltarles razón.
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