Me gusta el humor en toda su extensión, es uno de los alicientes de la vida. Me puede hacer gracia o no, pero el humor tiene un sentido propio y su objetivo es hacer reír, sin otras pretensiones. Particularmente, pienso que el humor no debe tener límites y debe ser tan libre como la palabra, sobre todo desde la perspectiva de una cultura tan alegre como la andaluza.
Entonces, ¿qué nos molesta de determinadas formas de hacer humor? Para mí es el contexto, el juego, algo que todos estemos dispuestos a aceptar y entender y, sobre todo, que no existan otros objetivos subliminales, que cada vez son menos subliminales. Aquí entra el humor selectivo, aquel que beneficia a unos pocos y jode a otros tantos, pero eso sí, es humor y, el que no lo entienda, es el que tiene el problema. Este sentido que muchos apropian al humor no está dentro de lo que yo entiendo como tal, y desde dicha premisa, todo aquello que ofenda deja de ser humor.
En dicha confrontación está la raíz de los problemas que nos estamos topando en los últimos tiempos, en los que nos encontramos a humoristas con una tarjeta en blanco con licencia para ofender, ridiculizar y/o insultar y otros que no han aceptado unas reglas que imperan de forma generalizada por ciertos sectores, en los que la gracia radica en esa ofensa a los demás de forma gratuita sin estar de acuerdo. Aquí es donde entra dicho contexto e intenciones. Utilizar la enfermedad de una persona y ridiculizar las consecuencias de su patología sin consentimiento no es humor, como así ocurrió con Jada Pinkett y Will Smith en la gala de los Oscar, aunque no apruebe dicha conducta del actor. Lo mismo me ha ocurrido con la televisión TV3 y sus comentarios desafortunados: “Estoy más caliente que los palos de un churrero” o “hace más de 200 años que no echo un polvo”, frases, entre otras, que dice una supuesta Virgen del Rocío, insultando y agrediendo la esencia de una fe que aunque yo no la sienta, es parte de la cultura y el estilo de vida de Andalucía. Particularmente me he sentido insultado, molesto y muy indignado, pero no por hacer humor, son las formas constantes de humillación, descalificación y menosprecio hacia todo lo andaluz.
Pero claro, el problema lo tenemos los sensibles de sistema epitelial, que no aguantamos nada. Pues no, no me molesta que se haga humor con una Virgen, ni con una enfermedad, ni con mi ojo vago o mi peso, siempre que hacer reír sea el objetivo y no ridiculizar y crear enfrentamientos, como es el caso concreto. Sé que medir dicho humor es complicado y no seré yo quien invente el ‘humormetro’ para calificar de aceptable o no un chiste, pero cuando se desea hacer gracia, se sabe con antelación su repercusión y esa línea que marca lo simpático, que aquí no somos tontos, aunque dichos ‘chascarrilleros’ lo crean. Yo no le pongo límites al humor pero sí a las personas que lo utilizan para cometidos particulares, máxime si parte de un medio panfletario y partidista, teñido de andalufobia.
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