No seré yo quien juzgue las opciones políticas de nadie, ni siquiera me voy a permitir señalar los cambios tan radicales que muchos de nuestros conocidos o no tan conocidos políticos viven de manera tan radical. Aunque me sorprenda que sientan la ‘llamada’ y modifiquen sus siglas y colores. Cada cual es libre de cambiar sus ideologías al son que marca sus propias vivencias y circunstancias, pero debo resaltar que existen cambios tan extremos que cuesta asumir en una ciudad tan pequeña, en la que todos de una u otra manera nos conocemos.
Está claro que la política actual se ha convertido para muchos en un recurso fácil del que vivir directamente mientras duren los cargos, e indirectamente, si prostituyes la dignidad de aquellos que confiaron en ti. Es triste observar cómo los discursos van modificándose al son que marcan los votos, perdiéndose el respeto de quienes depositaron la confianza en cualquier líder, observando que aquello que decían, prometían y aseguraban con abrazos y "apretujones de manos" tan solo eran patrañas.
Es curioso observar cómo la dignidad de muchos de ellos se vende al mejor postor con tal de seguir sacando tajada. Me horroriza pensar que la esencia de la actual política está manchada de hipocresía y de talones en blanco, y que dicha política solo es el medio para seguir asegurándose un sueldo a final de mes. Este juego oscuro no es nuevo y a los partidos les conviene tener un buen fondo de armario del que disponer para intereses particulares, gente facilona que se conocen, a la que comprar cuando se precise.
Está claro que los principios ya no son lo que eran en muchos de nuestros líderes y, tanto aquellos que venden su alma como los que las compran, solo tienen un objetivo en mente y en ese, amigos lectores, no estamos incluidos nosotros.
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