Veredictos

Resurrección en Venecia

El escritor y político francés Maurice Barrès (1862-1923) reúne sus artículos sobre la I Guerra Mundial en \"Venecia en guerra\"(Editorial Confluencias 2014).

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  • Venecia en guerra -

El escritor y político francés Maurice Barrès (1862-1923) viajó por primera vez a Venecia a los 24 años de su segundo viaje a Italia, realizado en el año 1887. En 1916 regresaría a la ciudad de los puentes, esta vez en compañía de Jean Louis Barthou y Stephen Pichon, para ser testigo de las evoluciones del ejército italiano. Durante cuatro años seguidos, Barrès publicaría sus artículos sobre sus impresiones de guerra en L’Écho de Paris, y los reuniría posteriormente en Venecia en guerra (Editorial Confluencias 2014).

Italia, durante los años 1916 y 1917, fue sede de los violentos enfrentamientos entre ideologías opuestas que luego se conocerían como I Guerra Mundial. Maurice Bàrres se convirtió en testigo apasionado de una compleja guerra que sostuvieron totalitarismo y democracia, una lucha de poder azuzada por el anarquismo, el comunismo, el nacionalismo y el fundamentalismo católico.
A menudo, los escritores oscurecen las escenas bélicas con detalles sangrientos o escabrosos. No es el caso de Maurice Bàrres. Venezia in stato di resistenza (1916), traducida certera y apasionadamente por Juan José Delgado Gelabert, emana la autoridad, la empatía y el conocimiento real de los acontecimientos de Bàrres, junto a su humildad. El francés no sólo fue un periodista consecuente. Fue y es, además, un gran escritor que conoce como nadie la península itálica. No en vano, había escrito La muerte de Venecia (1902), una declaración de amor a la ciudad, un relato donde se dan cita esplendor y decadencia, las luces y sombras características de la perla del Adriático.

Barrès regresó a Venecia en mayo de 1916, como nos relata el prólogo de  Delgado Gelabert. Su primera crónica denuncia el crimen de unos soldados austriacos, que han bombardeado la bóveda de la iglesia de los Scalzi, destruyendo una obra maestra de Tiépolo: “Rodeada de ángeles músicos, la Virgen llevaba un manto amarillo, inolvidable, que daba la clave musical de todo el cuadro (…) Ritmo, colorido, movimiento, iguala a Monteverdi y a Marcello (…) Adiós, placer, brillante fantasía, caprichos, bello arte emparentado con las hadas de Shakespeare, con las gracias de Marivaux” (p. 34).

Pespuntada de fragmentos pictóricos, musicales y literarios, Venecia en guerra es sobre todo, la crónica de los encuentros de Bárres con los protagonistas de la contienda. Visita al monarca italiano Vittorio Emanuele III. Se entrevista con los jefes militares Luigi Cardona, Carlo Porro, Giuseppe Ciancio, Vincenzo Garioni y Carlo Sanna. El periodista, sin embargo, se impone al historiador, y Bàrres adorna su discurso con detalles de la vida privada de los protagonistas. Del general Porro nos dice: “El general se expresa en un excelente francés (…) Es un piamontés, un gran compañero de trabajo, muy reflexivo, cuya solidez se impone desde el principio (…) un espíritu encantador de cortesía y finura” (p. 42). Del monarca destaca su sencillez y hondo humanismo: “Vive en medio de su ejército, asociándose lo más que puede a sus fatigas. Cada mañana, con un séquito poco numeroso, sale, visita las posiciones, es aclamado por las tropas (…) En todas sus deliberaciones coloca en primera fila el deseo de ahorrar la sangre de sus soldados” (p. 53).
Como católico practicante, Bàrres es partidario de una alianza franco-italiana. En su prosa, la iglesia se une al ejército en la lucha a favor de la democracia. En la basílica de Aquilea “un soldado acaba de depositar (…) una cabeza de Cristo que ha esculpido en sus ratos de ocio. La obra tiene virtuosismo e incluso verismo. El soldado había visto con emoción la expresión de sus hermanos en armas en la muerte” (p. 62). Cristo, parece decir Bàrres, habría respaldado la mayoría pobre, oprimida que ve a la democracia como su salvadora.

Para descansar de sus numerosas visitas al frente, Barrès regresa a su añorada Venecia, donde tienen lugar los episodios más conmovedores de la crónica. Por un lado, la entrevista con el teniente Ugo Ojetti, encargado de proteger las numerosas obras de arte de la ciudad. La crónica bélica se convierte en crítica de arte al contemplar Venecia desde el Campanile de la Plaza de San Marcos reconstruido: “Su aspecto de nuevo le da un aire de intruso (…) Habrían podido tintar sus piedras, pintarlo a lo antiguo. Se abstuvieron de ello por respeto a la verdad (…) Los atenienses no restablecieron el templo de Atenea quemado por los persas; sobre sus preciosos escombros construyeron el Partenón de Pericles” (p. 97).

Memorable es la velada que Bàrres pasa junto al poeta y soldado Gabriele d’Annunzio, “adelgazado, pálido, con el ojo izquierdo tapado con una venda negra, más encantador que nunca vestido de joven oficial” (p. 101). Convaleciente y aun así, animado a dar un paseo nocturno por Venecia, en el transcurso del cual tienen lugar las reflexiones más hondas y trascendentes de la colección: “Venecia, tesoro glorioso, ocupa el centro de espacios soleados por el ocaso y que envuelve la bruma. Reposo encantador de la ciudad azul y rosa, suave como un plumón de pájaro, en medio de su laguna lechosa. ¡Qué desgracia ser, sobre esta tranquilidad, un pájaro tan ruidoso!” (p. 108).  

Inspirado por el tema tan stendhaliano del egoísmo, Barrès siente que tiene que anularse como escritor. Sólo al dejar de ser consciente de uno mismo, se puede hablar de otros. Venecia es para el autor francés el símbolo de este culte de moi, que le proporciona una sensación febril de la felicidad: volvía allí como escritor, y allí renacería. Venecia en guerra es una crónica apasionante sobre la I Guerra Mundial, símbolo de un  mundo enzarzado en una guerra tras la cual nada volvería a ser lo mismo. La edición de Confluencias actúa a modo de honesto recordatorio de un pasado vergonzoso, no exento de grandeza.

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