Es una de las preguntas que más me hago. ¿Existe lo eterno? ¿Nos encontramos con otra palabra vana del libro de las palabras? Tal vez esta palabra sea tan solo eso, un escrito, un sonido exhalado por nuestros labios.
He estado contemplando y encarneciendo situaciones, momentos en nuestros andares que, sin lugar a dudas, responden con sinceridad y sin que tiemblen los cimientos del conocedor. No hay nada eterno.
La familia no siempre está cuando se la necesita, con el paso de las horas se van generando divergencias, familiares que desaparecen de tu vida, problemas e historias que nos rodean y nos alejan de lo cercano. A veces uno se encuentra muy cerca y, a la vez, muy lejos de una persona.
Los objetos materiales tampoco son eternos. Tienden a satisfacernos al comprarlos, al conseguirlo, al sentirlo tuyo. Luego vendrán los fallos, la antigüedad, la falta de utilidad actual, la necesidad realmente de querer comprar algo mejor de lo que ya posees. Raro es encontrar a alguien con un móvil con más de diez años de antigüedad, o a alguien que tire para adelante con trastos del pasado. Siempre necesitamos, ya sea por deseo o por necesidad, algo nuevo.
Las amistades por suerte, o por capricho del destino, vienen y van. Pocos, pocos tienen un amigo desde la infancia que está ahí cuando te hace falta, o que puedes verlo con habitualidad. Un amigo es un tesoro, pero muchas veces no es oro todo lo que reluce. Las puñaladas no siempre vienen de frente. Si realmente estás leyendo esto, conservando a un amigo verdadero, sonríe, puesto que tienes algo que se puede crear una vez, no obstante, si se rompe jamás volverá a ser igual.
Los hobbies es otro mundo que, aunque parece que no, también tocan su fin. Las obligaciones, los sucesos de la vida, todo va generando que algo se acabe, que algo cambie. Uno puede empezar en un mundillo, y cuando se da cuenta, está totalmente en otro. A veces tan solo cambiamos las perspectivas de vista, ergo cambiamos.
El amor es el veneno más grande sufrido jamás inventado. Nos daremos golpes en el pecho, jurando y perjurando una eternidad al lado, mientras me convenga, mientras me haga feliz, mientras quiera. Los sentimientos son tan azarosos, un día puedes levantarte amando con locura, y otro día despertarte con una locura de amor… Asimismo, la muerte pondrá punto y final. No es extraño que la gente rehaga su vida, somos seres vivos, necesitamos convivir juntos.
Las etapas, los momentos, la mismísima vida, todo acaba. Ningún pensador, ningún filósofo ha conseguido contestar si todo acaba para renacer, o si bien se acaba para no regresar jamás. Es un misterio sin respuesta, una respuesta oculta tras un manto de circunstancias que comprobamos como terminan y van viniendo otras, la duda es inamovible, nosotros no.
Sin embargo asombroso, pues en nuestro azaroso terrenal mundo se ha encontrado algo que es eterno. Nunca se acaba, siempre aparece una y otra vez, del mismo modo y que poco a poco degenera unos elementos que cada día son más turbulentos y más degastados. Estoy hablando de los políticos de San Fernando.
Estos elementos son eternos, ni se votan, ni se destituyen, tan solo se transforman. Da igual si son rojos, verdes o azules, es lo mismo. Da igual que te prometan cosas de una manera, acabarán haciéndolas de otra. Si te proponen una cosa, cuando a los cuatro años se transformen en otro color, harán lo contrario, o se quejarán y no le pondrán solución.
Estos políticos eternos que en la Isla fueron a dar, siempre barren para lo suyo, y como cada legislatura dura cuatro años, imagínate el disparate que inician y nunca acaban. Mientras, los ciudadanos nos adaptamos como podemos en una ciudad que cada día está más caótica.
Por un lado el museo, por otro un tranvía, unas reformas históricas, una playa, unas marismas, las festividades… Cada uno las plantea, construye, organiza, recorta, dirige y sentencia como le sale de los mismísimos. ¿Y los ciudadanos? ¡Paciencia! Eso también es eterno miren ustedes por donde.
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