Sindéresis

Socios

Somos una especie de socios de nuestros amigos los editores, porque nosotros nos llevamos un porcentaje de lo que ellos venden.

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No hace mucho tiempo uno de mis lectores en Sudamérica se extrañó cuando, charlando conmigo, le dije que me tenía que ir al trabajo. «¿Has dejado de escribir?», me preguntó. Imaginaba que yo me ganaba la vida con lo que escribo. Tiene su lógica. Cuando alguien te dice que es panadero, conductor o incluso músico, es de esperar que se refiera al oficio que le da de comer. Pero no, amigo, aquí abajo todos flotan y ninguno vive de lo que escribe.

Eso sí, somos una especie de socios de nuestros amigos los editores, porque nosotros nos llevamos un porcentaje de lo que ellos venden. Eso, en mi tierra, es asociarse, ¿no? Quiero decir, si un camarero lo que gana es un porcentaje de los beneficios, pues eso, además de camarero, es un socio de la empresa, ¿verdad? Pues los escritores, no. Porque de estas dos partes, según el 99% de los contrarios, solo hay uno que pueda negociar con los derechos de explotación a terceros mientras dura la relación contractual, y ese es el editor.

En cualquier caso, pensarás que, ya que estamos asociados en esto de los beneficios, aunque en nada más, los escritores tendremos información puntual de cada una de las ventas de nuestros libros. ¿Te imaginas que no hubiese modo de comprobar lo que te dice tu socio? Pero lo más grande es que ni siquiera la editorial tiene modo efectivo de comprobarlo, ya que aquí entra en concurso un tercer socio: la distribuidora. De hecho, puede darse el caso de que el editor se asocie por ti con una distribuidora y esta deje los libros en el almacén, sin distribuir, y aquí no ha pasado nada. Y dices tú, ¿qué interés puede tener una distribuidora en no distribuir tus libros, a ver si se venden, eh? No sé. ¿Qué interés podría tener una empresa en ser distribuidor también de la competencia y asegurarse de que en los escaparates está el producto que más le interesa que esté?

Pero, volvamos a lo de antes, ¿no tienen los libros, cada uno de ellos, un puñetero código de barras? ¿Cómo es posible que la mecanización de entrada y venta de cada uno de estos libros, digitalizado a través del código de barras, no vaya a una base de datos común que puedan consultar los autores, que, recordemos, solo cobran de las ventas? Joder, tuvimos que poner un maldito tacógrafo en cada camión para asegurarnos de que los camioneros no echaban más horas de las legalmente establecidas. Creo que esto sería más fácil.

Ahora a uno le da por pensar: bueno, es que son lentejas. Si las editoriales quieren que esto sea así, se ponen de acuerdo entre ellas para no menearse de su posición, cosa que podríamos decir también de las distribuidoras, y como los escritores dependen de ambas, no tienen capacidad de presionar ni negociar. Lo dicho: lentejas.

Pero hete aquí que surge la posibilidad de autoeditarse y que tus libros, digitales o impresos bajo demanda, lleguen a cualquier lugar del mundo y recibas información puntual de cada una de las ventas. Puedes parar la producción o continuarla cuando quieras. Puedes sacar los libros que quieras y de la temática que quieras, en la fecha que quieras y te asocias con la plataforma digital que te lo permite y que, además, no te exige exclusividad. Puedes tener tu libro en cuantas plataformas digitales quieras.

Analicemos la cuestión con detenimiento. Si fuésemos editores y distribuidores a los que ya nos iba bien como estaba antes el asunto, con esta nula capacidad de los escritores de marcharse con la música a otra parte, ¿hay algún escenario en que nos vaya a interesar que la autoedición sea considerada una opción válida y atractiva para el consumidor final, que es el cliente? ¿No nos convendría presionar a los escritores para que sepan que, si se les ocurre autoeditar, van a tener muy jodido luego recurrir a la edición convencional? ¿No nos convendrá ridiculizar las ventas, verter dudas sobre la realidad de aquellos que ya se ganan la vida, y muy bien, autoeditando? No sé, pregunto, ¿eh? Que yo no soy empresario, soy escritor.

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