Salir de penitente en una procesión no lleva sólo aparejado pagar la papeleta de sitio, sino que en una gran mayoría de los años, obliga a adquirir un nuevo capirote, bien por deterioro del anterior o porque el hermano ha recibido una túnica distinta con capirote de distinto tamaño o simplemente porque está creciendo y aumenta el diámetro de la cabeza.
La sociedad evoluciona y al igual que han evolucionado los materiales para hacer por ejemplo un Belén, también evolucionan a la hora de hacer un capirote, hasta el punto de que la silicona se perfila ya como el mejor modelo.
El capirote de silicona es la gran novedad y resulta muy ventajoso por su bajo peso, flexibilidad y transpiración, además de que no se arruga cuando se moja por la lluvia. Lejos queda ya, aunque sigue con su demanda, pues es más barato, el capirote de cartón que apretaba en la frente y la dejaba marcada cuando acababa la procesión. Miguel Ángel Cruceira, de Mercería Loli, frente a la Compañía de María, lleva décadas haciendo capirotes y destaca cómo el público va apostando por el de silicona por su flexibilidad. De todas formas, “todos los capirotes los forramos con copamanga, un material muy suave que evita el roce”.
El precio de los capirotes en San Fernando va entre los 7 y los 15 euros, dependiendo del lugar donde se adquieran, aunque los más baratos son los de cartón. Cruceira recuerda que “en primer lugar los capirotes se hacían cosidos a mano con una aguja hecha de la varilla de un paraguas, luego cosidos con cáñamo se encolaban y se pegaba, estaban hechos de cartón marrón del número 6. Cuando vinieron los nuevos precintos ya no hizo falta coserlos, pudiendo así hacerlo en menos tiempo y abaratando el coste”, señala.
Actualmente se trabajan capirotes de cartoncillo, más fino y de menos peso que el de cartón, de rejilla y de silicona.
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