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Apesar de la espléndida paleta de colores que se han inventado para las alertas del   calor, la verdad es que julio termina como siempre, con un calor sofocante. En otros julios, solo se hablaba de las vacaciones, de los fichajes futbolísticos, de la legalización de los Puentes y de algún que otro culebrón estacional. Pero este año la cuestión política y social está que arde. Seguimos sin gobierno, sin solventar la disparatada deuda municipal, sin vertedero, y buscando a 30.000 pensionistas que siguen siéndolo sin ellos saberlo ¡Qué manda huevos señoría!, como diría el insigne Trillo.   
Estoy seguro de que cuando volvamos en septiembre ya habrá gobierno y, sin duda, del PP, porque no habrá terceras elecciones. Sería un disparate mayúsculo. La falta de acuerdo proviene del escaso nivel político actual: la mediocridad del que sólo busca sus intereses y solo está pendiente del gran enigma: el reparto de la tarta. Si ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo para formar un gobierno de circunstancias, mucho menos lo serán para acometer las reformas que nuestro país necesita. La negociación que se edifica sobre la negación no es negociación: es la muestra de debilidad política y personal. Estamos, sin duda, en un punto de ruptura que demanda altruismo, valentía e inteligencia. Pero nadie, en la política o en la prensa, quiere decirlo, ya que hacerlo tiene un precio elevado. Por eso vivimos instalados en la anormalidad, fingiendo que así es la política, la democracia, el juego parlamentario… Pero no es cierto. Hay que denunciar sin paños calientes la tomadura de pelo de estos últimos siete meses, siete meses de negaciones. Parece que el PP y C`s avanzan hacia el pacto y no hacia el desafecto, a pesar de la jugarreta de Rajoy a los de Rivera al hablar con los convergentes, ahora convertidos en demócratas, que venderían hasta a su padre, si fuera menester, por el 3%. Además, y en cualquier hipótesis, por las buenas o por las malas, Ferraz deberá pasar por la abstención, salvo que acepte el suicidio de unas terceras urnas en noviembre. La estabilidad de las instituciones y la confianza en un gobierno seguro generan un país próspero. La incertidumbre es enemiga de la inversión y en España ya se ha reducido el crecimiento que habíamos comenzado. Nuevos comicios aumentarían la probabilidad de huida de inversores, colapso económico y fuga de capitales. Muchos lo celebrarían, pero yo no. El país no lo soportaría. Ahora un pequeño descanso y volveremos si Dios quiere (y la Dirección de VIVAJAEN), para seguir pensando, y estorbando.

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