La novena provincia

Cuidado con nuestros niños

Hay temas que suponen auténticas señales de alarma sobre todo por la brusquedad y la contundencia con las que se producen.

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CUIDADO CON NUESTROS NIÑOS

  Hay  temas que ocurren que son auténticas  señales de alarma sobre cuestiones más generales,  sobre todo por la brusquedad y por  la contundencia con las que se producen,
  Este  es el caso del  desgraciado incidente  que ha ocurrido esta semana pasada en  Torrejón de Ardoz, cuando un señor de ochenta años con una  salud delicada y ostensibles dificultades de movimiento fue derribado de un puñetazo fulminante por un joven, y conductor novato, a quien este hombre le había recriminado la velocidad que llevaba, excesiva para circular por zona urbana.
  Un puñetazo fulminante porque literalmente fulminó a este señor, que quedó muerto en la calle, tras ver su cabeza sacudida por un golpe muy superior a lo que su propia edad y salud  tenían capacidad de encajar.

  Luego ha trascendido que el joven andaba afectado por una pérdida familiar reciente, pero a quienes  quieran encontrar ahí alguna especie de atenuante habría que decirles que desahogar el dolor sobre la indefensión ajena, causando más dolor desde la superioridad física, revela una carencia tan absoluta de criterio moral que sólo una enajenación completa e insuperable, que parece ir mucho más allá de las circunstancias del caso, podría servir, si se diera, para procurarle al homicida una excusa válida.

  Lo terrible de todo esto es la pregunta de que cuántos otros  chavales de esa generación llegan a la edad de la responsabilidad sin que las familias sean capaces de darles las más elementales normas éticas y de conocimiento para  hacerlos aptos para estar en sociedad de forma decente para sí mismos y para los demás, en lugar de viajar como locos hasta colisionar de manera catastrófica para ellos, para  los suyos y sobre todo para  el infeliz que se cruce en mala hora en su camino.

  Es fácil echar toda la culpa a sus familias, que tal vez, vistos los resultados, fueran educadores  bastante poco solventes. Al  fin y al cabo, una sociedad no puede renunciar a ofrecer una oportunidad de convertirse en seres humanos completos a quienes tienen la desgracia de nacer en un entorno adverso.

  Sin embargo, una y otra vez se abdica la responsabilidad en quien no puede asumirla ni va a hacerlo, y ya en el colmo de la insensatez, cuando algunos constatan que un niño maleducado molesta, la única solución que se les ocurre es crear espacios exentos de infancia, convertida en fenómeno odioso que ha de ser aislado para que no incordie. Habría que recordar a los que toman tal atajo que ese niño molesto puede ser mañana quien salve su vida. O quien la acabe de la forma más absurda como en este caso.
Algeciras a 28 de mayo de 2017
Patricio González

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