Patio de monipodio

Lamentables consideraciones

Nuestra historia encierra seiscientos años de represión permanente. Una masacre en la que inciden osados desinformados. Ésa es nuestra historia

Un problema: mirar y considerar los hechos independientemente del contexto en que se producen, como si el mundo estuviera compuesto por departamentos plenamente desconectados entre sí. Dos: adjudicar a la parte los problemas y defectos creados por el todo. Peor aún (tres): culpar al perjudicado del daño causado por quien se lo haya causado. Y cuatro: considerar “histórico” lo que está ocurriendo en el momento actual. Dárselas de sociólogos, para ignorar voluntariamente que los hechos provienen de otros anteriores.

Problemas que el españolismo recalcitrante, sandunguero (y olé) trasvasa continuamente a Andalucía. Ganas de justificar el imposible ó de apoyar la despersonalización colonial para convencer a los andaluces de su “secular incapacidad”. Lamentable el cinismo de quien, después de apropiarse del folklore de Andalucía, critica de forma insultante el “folklorismo” de los andaluces. Gratuitamente ofensivo, sin interés por aportar, todo lo contrario. Despreciar el folklore no es serio, ni justo, ni adecuado; la verdad y la ciencia no son enemigos de las costumbres. La mentira y la manipulación son enemigos de la decencia y del diálogo. Nuestra historia encierra seiscientos años de represión permanente. Una masacre en la que inciden osados desinformados. Ésa es nuestra historia, no la “de una interminable falta de respeto mutuo y una educación pésima”. Confundir, es confundir la actualidad con la historia.

Falacia es que desde Europa nos ha “llovido dinero”. Europa ha financiado infraestructuras -no sólo en Andalucía- ¿a cambio de qué? Al norte no se le ha requerido compensación; bastante alta ha sido la pagada por Andalucía, a quien se desindustrializa para dejarnos en clientela forzada de sus productos y engorde de sus “mercados”. Destacar exclusivamente los defectos de Andalucía ocultando arteramente las circunstancias que la han llevado a esta situación, más aún: presentar como defectos sus carencias y problemas, sólo puede buscar aumentarlos y disculpar esas circunstancias que, durante seiscientos largos años, le han ido negando el pan y la sal. Andalucía perdió su impulso cultural, científico y económico, por culpa de una conquista que repartió su tierra entre los conquistadores para, en su mayor parte dejarla inerte.

No conformes, los primeros emprendedores, en industria y finanzas, fueron brutalmente frenados desde el Poder, que acabó con las dos siderúrgicas (las primeras de la península), con el ferrocarril y con la banca, obligados a sumarse a entidades estatales, que abandonaron las comunicaciones y se llevaron el ahorro. Y la sangría continúa: recientemente nos han quitado el algodón, la remolacha, la caña de azúcar y el azúcar. Se ha sacrificado en gran medida la ganadería y se ha entregado el resto de nuestro ahorro a entidades foráneas, para que puedan presumir de “ingresar más impuestos y, por tanto, de subvencionarnos”. Extraña la subvención que se hace con dinero del propio “subvencionado”.

Resentimiento y odio movidos por la competencia exterior o el complejo interior, sólo sirven a quienes interesa mantenernos en la indigencia económica y mental.

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