Patio de monipodio

Virgen extra

Pero las vírgenes ¿no eran todas la misma? ¡Ah! Sí, pero no en el aceite, en que hay Virgen y Virgen Extra...

Pero las vírgenes ¿no eran todas la misma? ¡Ah! Sí, pero no en el aceite, en que hay Virgen y Virgen Extra. Por esa misma razón, la seriedad es para proceder impecablemente; que el humor de una propuesta puede llevar a choteo a todo el cuerpo, en este caso el aceitero, lo cual sería lamentablemente negativo para lo que se dice defender y para Andalucía, a quien salpica lo peregrino del asunto. Con el mayor respeto, y con el más sincero deseo de mantener el tipo -y los tipos de aceite- y la altura de un alimento renombrado, de fama mundial y en ascenso: la Real Academia de la Lengua está para lo relacionado con el lenguaje. Para las denominaciones de origen, para las menciones de calidad, para las clasificaciones y calificaciones hay otros organismos a los que no se debe ignorar (“ningunear”, dicen ahora los “moelnos”), y menos aún cargar a otros (en esta caso a la RAE) con responsabilidades ajenas a su propio cometido.

El aceite es el aceite. Un líquido alimenticio con un color y una textura determinados. El diccionario lo define como lo que es, sin entrar a valorar sus cualidades organolépticas, ni sanitarias ni de sabor; que son muchas, pero que, precisamente por ser cualidades, su valoración y mantenimiento corresponden a otros organismos. Pues resulta que se ha pedido a la RAE una definición específica. El Consejo Económico y Social de Jaén sigue los pasos de la Junta de Andalucía y del Gobierno español, y propone -los anteriores disponen, con su particular “diccionario”- algo que queda fuera de las atribuciones de la Real Academia, como queda fuera definir la calidad de los jabones, o la forma de elaborar el queso y su valoración, por ejemplo. Que el CES lo pida dice muy poco de su conocimiento lingüístico y de su respeto a la labor de las instituciones. Más grave es que lo pida la Universidad.

Marcar los estándares mínimos de cualquier alimento es tarea de la Administración, directamente o mediante los órganos reguladores correspondientes. Especificar las cualidades y, peor aún, el nivel de calidad de una variedad, trasciende de sobra el cometido de una entidad. La RAE existe para recoger y mantener el idioma y todo lo más, caso necesario, interpretarlo. Para explicar las diferencias entre distintas variedades de un mismo alimento o bebida, están las denominaciones de origen, los estudios científicos y técnicos, los organismos administrativos encargados de consumo, etc.

Valorar las cualidades organolépticas, de olor, sabor, consistencia, la calidad y demás atributos del aceite de oliva Virgen Extra, no es una cuestión lingüística, por lo que no es materia ni responsabilidad de la RAE. Si no existieran organismos capaces de delimitar, proteger y comunicar esas cualidades, el CES, la Universidad, los productores y los consumidores, tendrían derecho a reclamar su constitución y su buen funcionamiento. Pero sería saludable dejar que la Real Academia de la Lengua se ocupe del objeto para el que fue creada.

“No confundir al cliente”, no depende del Diccionario. Es deber de productores, asociaciones empresariales y profesionales y de los CES, que deberían hacer una eficaz y veraz campaña informativa, que defina cada variedad.

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