Patio de monipodio

Créditos usureros

Eramos pocos y… no teníamos bastante con los bancos. Por fuerza hemos de acordarnos de “aquellos antiguos…”

Eramos pocos y… no teníamos bastante con los bancos. Por fuerza hemos de acordarnos de “aquellos antiguos…” “aquella gente atrasada y antigua, que no conocieron el confort de nuestra “civilización”. Aquella gente “atrasada”, fueron mucho más avanzados, civilizados, progresistas y generosos que esta nueva sociedad del consumo y el abuso subsiguiente, regida por la especulación –promovida y alentada desde el gobierno-, cuya única deidad real es la acumulación de dinero, aunque precisamente por acumulado, no sirva para nada. Porque el dinero guardado en sótanos bancarios, no produce, no favorece el normal desenvolvimiento de la sociedad. Grecia, Egipto, Babilonia, Tartessos, disfrutaron leyes que protegían a la mayoría contra la usura de banqueros y prestamistas. Y eso que aquellos eran menos poderosos, porque eran menos millonarios. Egipto prohibió el embargo de cuanto sirviera para el trabajo. Hammurabí combatió la usura y la especulación, al dar créditos con cargo al tesoro real, con lo que obligaba a los usureros a bajar sus intereses e impedía la esclavitud de los deudores, para quienes impuso el principio de presunción de inocencia, heredado por Grecia. Tartessos practicó la investigación, que traspasó generosamente al mundo mediterráneo y oriental. Habidis, liberaló a los esclavos, igual que Hammurabí…

Ahora se mantienen listas, para negar crédito por el simple hecho de haber devuelto un recibo de telefonía, incluso sin haber recibido notificación previa. La ausencia plena de garantía jurídica, deja a la intemperie a los incluidos en esas listas, que podrían ser utilizadas para ejecución de venganzas personales, dada la facilidad con que las entidades financieras inscriben a presuntos deudores, sin ofrecer ninguna prueba. Las multas que ya ha debido pagar más de una entidad y el propio Asnef, no frenan esta acción especulativa, encaminada, no a asegurar la estabilidad del sistema financiero, como se dice, sino a castigar a quien un día, por casualidad, le devolvieron un recibo, o a quien se vio obligado a devolverlo por falta temporal de recursos económicos.

Y ahora otros, simplemente “tolerados”, ofrecen préstamos “sin importar Asnef o Rai”, “sólo” con garantía hipotecaria. Con una escandalosa carga a lo prestado, entre interés, gastos, comisiones y doble inscripción de la vivienda, entre otros, lo que buscan el prestamista privado (menos de dignidad) y el intermediario, es enriquecerse en muy corto espacio de tiempo, o hacerse con un buen parque de viviendas en propiedad, con una inversión ridícula.

Exigir la vivienda como garantía hipotecaria para respaldar un crédito de ocho ó diez mil euros, y elevarlo en porcentaje superior al 60%, por ejemplo, debería ser ilegal. Pero las administraciones, si se trata de defender a los más débiles, son ciegas y sordas; dejan hacer, como si la Ley (que también les obliga, aunque se empeñen en ignorarlo) fuera un arma específica a favor de la avaricia y la ambición personal de unos cuantos. Después de todo, al dejar hacer, actúa a imagen y semejanza de su propio comportamiento.

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